La cortesía verbal.
Cuando el respeto y la cordialidad abrazan al Ceremonial.
La cortesía verbal.
El Ceremonial y el Protocolo están llenos de normas, reglas y convenciones. Más allá de su abundancia y diversidad todas ellas deben ir unidas por un lazo que en muchas ocasiones se deja de lado: la cortesía verbal.
Su propio nombre nos lleva a repasar la historia y las costumbres hasta llegar a las cortes de donde deriva el propio término cortesía.
En lo que a las culturas occidentales se refiere, a finales de la Edad Media, los cortesanos -integrantes de la Corte- buscaban diferenciarse del pueblo en general a través de un conjunto de modales que terminó creando una serie de pautas sociales distintivas. Esos modales, los hacían distintos.
Esas normas -esa "etiqueta" que los hacía diferentes- abarcaban reglas de comportamiento público y privado. En el primer caso se encontraban aquellas codificadas para la celebración de bodas y entierros y en el segundo, para el trato social de los individuos ente si y dentro de las comunidades en las cuales vivían.
La importancia social y cultural asignada a los buenos modales, es el motivo por el cual desde entonces, los padres se esfuerzan por enseñarles a sus hijos normas vigentes de cortesía desde la más temprana edad.
Hoy, nos vamos a ocupar exclusivamente de la realización lingüística de la cortesía, es decir, de la cortesía en el habla.
Antes que nada, hay que destacar que la cortesía verbal -de la misma forma que la cortesía social- se percibe de modos diferentes según el origen y la cultura del hablante.
Para los orientales, en general, la cortesía verbal no se manifiesta a través de un conjunto de normas flexibles, sino a través de su propio sistema determinado por la jerarquía social, de aplicación casi automática y con formas preestablecidas.
Los occidentales, en general, se manejan en forma un tanto más elástica y dependiendo de cada situación que se plantea.
Según la Real Academia Española: cortesía es la demostración o acto con que se manifiesta la atención, respeto o afecto que tiene una persona a otra.
Henk Haverkate, autor de un estudio pragmalingüístico de la cortesía verbal, y uno de los primeros autores de la materia que nos ocupa sostiene que la definición de María Moliner, la filóloga hispana autora del "Diccionario del uso del Español", es más adecuada que la de la Real Academia en cuanto dice que cortesía es el conjunto de reglas mantenidas en el trato social, con las que las personas se demuestran entre sí, consideración y respeto.
Sin embargo, parecería ser que aunque la definición de Moliner es más ajustada, la alocución conjunto de reglas, es más apropiada dentro del tratamiento jerárquico oriental. En el lenguaje occidental, parecería mejor, decir normas de cortesía con lo que se permite un uso flexible de las estrategias disponibles.
La ausencia de un criterio único para definirla se debe a que sobre la cortesía verbal se ha trabajado hace relativamente pocos años. Algo así como un cuarto de siglo.
Veinticinco años pueden parecer muchos, pero si se tiene en cuenta la larga vida que tiene la socialización humana, es realmente poco.
La cortesía verbal para el primer autor al que nos referiremos (Fraser, autor de Perspectives on politeness) reside en lo que llama contrato conversacional, que determina los derechos y las obligaciones mutuas de las personas que traban una conversación.
La cortesía verbal embellece lo que se dice, lo hace más amable, más delicado, más gentil y cordial. Pero también es importante recordar que las normas de la cortesía aplicadas a la verbalidad o al habla, no afectarán el contenido proposicional de lo que se comunica.
La cortesía verbal será tomada desde tres ángulos distintos, que, de un modo complementario, constituyen un marco de referencia homogéneo.
En primer término hay que tener en cuenta que la cortesía verbal desde la perspectiva del acto del habla, no representa una acción en si misma, sino que siempre forma parte de la acción verbal total. En consecuencia, si el habla es el acto, la cortesía verbal, es un subacto del acto del habla.
En segundo lugar hay que considerar el carácter transaccional de la cortesía verbal que se manifiesta a través de los intentos de los interlocutores de mantener el equilibrio del balance costo-beneficio. Es decir, que teniendo un objeto comunicativo definido (algo que comunicar), el hablante elegirá la estrategia que le produzca mayor beneficio alcanzando su objetivo con el menor costo verbal posible.
La interacción está determinada por las llamadas consideraciones de imagen por las cuales el hablante, teniendo en cuenta la índole específica de la situación comunicativa, desarrollará estrategias que sirvan a los fines de la imagen positiva del interlocutor o bien para prevenir una amenaza a su propia libertad de acción.
Las reglas gramaticales difieren totalmente de las reglas o normas de cortesía verbal.Esto quiere decir simplemente que si yo construyo la frase sin seguir las reglas gramaticales no me entenderán. Si no aplico normas de cortesía y empleo correctamente las reglas gramaticales, me comprenderán de igual modo, sólo que el efecto generado en el interlocutor podría llegar a ser contraproducente.
En este último caso estaría violando las normas inherentes a los buenos modales Veamos un ejemplo: Expresión: tráeme un cuaderno. Gramaticalmente, debe decirse así. Si digo: "Cuaderno un tráeme", no se entiende lo que quiero decir. Si, por el contrario respetando las reglas gramaticales digo "Tráeme un cuaderno", me entenderán perfectamente pero no he sido cortés en mi solicitud.
La cortesía verbal indicaría en este caso decir: "¿Serías tan amable de traerme un cuaderno?", entre otros ejemplos posibles.
Es prácticamente imposible que un hablante se exprese en forma neutra. Será cortés o no será cortés. Habrá cortesía en su expresión o no la habrá.
De la misma forma que no hay fenómenos opuestos al comportamiento. Nos comportamos bien o nos comportamos mal. Pero de algún modo nos comportamos.
Hemos seleccionado un ejemplo extremadamente simple y extremo para dejar en claro la diferencia entre aplicar o no la cortesía verbal. Sin embargo, en otras ocasiones, las diferencias pueden ser mucho más sutiles, aunque no por eso menos importantes. El uso exacto de una palabra u otra puede desencadenar consecuencias no deseadas.
Y por último tengamos en cuenta ese viejo refrán que dice: buen porte y buenos modales, abren puertas principales.
No se podrá decir que una persona tiene buenos modales, si no utiliza en su lenguaje cortesía verbal. La cortesía social es un valor que facilita la convivencia y la cortesía verbal la complementa definitivamente.
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