Distinguidos Señores.
Es curioso que el español haya elegido la misma palabra para los grandes fastos y para el aire rodeado de jabón.
Salta a la vista que Siero, en comunicación y protocolo, es un poco de serie B.
Es curioso que el español haya elegido la misma palabra para los grandes fastos y para el aire rodeado de jabón. El caso es que el Ayuntamiento de Siero, que en cuestiones de comunicación y protocolo salta a la vista que es un municipio un poco de serie B, ha aprobado, después de un dilatado debate, el reglamento de honores y distinciones, esa normativa que regula la pompa, la imagen institucional y, sobre todo, la forma de premiar a algunos vecinos por su comportamiento.
A mí siempre me ha parecido muy curioso lo del hijo predilecto. Lo normal es que los padres no tengan hijos predilectos («el enfermo, hasta que sane», «el ausente, hasta que vuelva», etcétera) o que si los tienen, por amor a los demás, no lo expresen abiertamente. La predilección por un hijo es (o debe ser) siempre silenciosa.
Después está esa nueva figura con regusto a Fundación Príncipe que se ha creado, la de ciudadano ejemplar. Confieso que no conozco bien el asunto, y no sé si se nombrará a ciudadanos ejemplares de Siero o del orbe. En caso de que fueran sólo de Siero, sí me gustaría el invento, porque se daría la circunstancia de que hay unos hijos predilectos y otros ejemplares. Es decir, estaría el que lo hace todo bien y el que, por motivos sentimentales y quizá no por méritos propios, es el favorito. Como la vida misma.
Ahora que salta a la vista que el sistema ha hecho suyas todas las revoluciones, ahora que dejarse melena, tatuarse, vestirse de cualquier manera, llevar la contraria al pensamiento único o dejarse la gorra de béisbol puesta bajo techo (en suma, cagarse en todo) lejos de ser actos de rebeldía se consideran derechos inalienables, quizá la única revolución posible sea la de pasar desapercibido, huir de los focos, quedarse en silencio en medio del griterío. Habrá quien piense que es una revolución algo pobre, porque es interior, y el interior ya no cuenta (hoy el diseño de interiores se llama «arquitectura efímera»). Para mí es la más rica. Entre una pompa y otra, me quedo con la de jabón.
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