Del modo de conducirnos dentro de la casa. Del acto de levantarnos
La costumbre de levantarnos temprano favorece nuestra salud porque nos permite respirar el aire puro de la mañana.
Costumbres a la hora de levantarse y desayunar
Consejos de etiqueta para seguir cuando nos levantamos de la cama y empezamos el día. Manual de Carreño
Cuando nos levantamos de la cama debemos realizar una serie de tareas para empezar el día de forma organizada. Una vez que hemos ventilado la habitación, es importante hacer la cama. Esto nos ayudará a ser más organizados y a crear un espacio agradable y ordenado. Este hábito tan sencillo de hacer la cama es un estupendo punto de partida para adquirir otros hábitos que mejoran nuestra visa y la gestión de nuestro tiempo.
Hay personas que hacen ejercicio al levantarse. Pueden ser unos suaves estiramientos y sencillos ejercicios en casa, o bien puede consistir en salir a correr unos cuantos kilómetros o ir a un gimnasio. Después de hacer deporte, y si no se hace también, el aseo y la higiene corporal son muy importantes. Las rutinas que cada persona hace después de levantarse deben ir acordes a las reglas de la casa. Si se incumplen, pueden venir los problemas de convivencia.
1. Guardémonos de entregarnos nunca al rudo y estéril placer de dormir con exceso, y no permanezcamos en la cama, sino por el tiempo necesario para el natural descanso.
2. Mientras el hombre vive esa vida material de los primeros años, su sueño no debe ser tasado, porque dirigido exclusivamente por la sabia naturaleza, contribuye a su desarrollo físico y a su salud. Pasada la infancia, el cultivo de su inteligencia le exige ya parte del tiempo en que antes dormía, y su sueño no debe exceder de ocho a nueve horas. Pero desde que la plenitud de su razón y los estudios y ocupaciones, serias le dan entrada en la vida social, ya no le está permitido permanecer en la cama por más de siete horas.
3. La costumbre de levantarnos temprano favorece nuestra salud porque nos permite respirar el aire puro de la mañana; y contribuye poderosamente al adelanto en nuestros estudios y demás tareas, porque la frescura del tiempo disipa en breve el sopor en que despertamos, y comunica a nuestro entendimiento gran facilidad en las percepciones, y a nuestros miembros grande expedición y actividad para el trabajo.
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4. Después del sueño ordinario se encuentra renovado, digámoslo así, todo nuestro ser, por cuanto nos sentimos repuestos de las impresiones y fatigas del día; y claro es que si a tan feliz disposición para emprender nuestros quehaceres, se añade la benéfica influencia de una temperatura suave, nuestras operaciones serán mejor ejecutadas y más fructuosas, y las ideas que adquiramos serán más claras, distintas e indelebles.
5. Ninguna persona existe que pueda considerarse exceptuada de estas reglas, porque a nadie le es lícito permanecer en la ociosidad; y el uso de la cama fuera de los límites aquí establecidos, no es otra cosa que un cómodo y mal fingido pretexto para usurpar a nuestros deberes religiosos, morales o sociales, el tiempo que a ellos debemos consagrar.
6. El que no está dedicado al estudio, debe estarlo al trabajo en alguna industria útil; y aquel que tiene la desgracia de no amar el estudio, y la fortuna de vivir de sus rentas, encontrará en la religión, en las buenas lecturas y en la sociabilidad, un vasto campo de ocupaciones en qué emplear honestamente el tiempo, durante las mismas horas que pueda pasar bajo el yugo del trabajo el más laborioso menestral.
7. Al despertarnos, nuestro primer recuerdo debe consagrarse a Dios. Si no estamos solos, saludaremos en seguida afablemente a nuestros compañeros que estén ya despiertos, y tomaremos nuestros vestidos con el mismo recato con que los dejamos en la noche.
8. Es signo de mal carácter y de muy mala educación, el levantarse de mal humor. Hay personas a quienes no puede hablarse en mucho rato después que han despertado, sin que contesten con displicentes monosílabos. Para el hombre bien educado no hay ningún momento en que se crea relevado del deber de ser afable y cortés; y si al levantarse tiene su ánimo afectado por algún disgusto, lo oculta cuidadosamente desde el momento en que alguno le dirige la palabra.
9. Las mismas consideraciones que hemos guardado al acostarnos a las personas con quienes vivimos en un mismo aposento, les serán guardadas naturalmente al levantarnos; así es que si en este acto sucediere que aún duerme algún compañero, no turbaremos su sueño con ningún ruido ni de ninguna otra manera, ni abriremos puertas o ventanas de modo que el aire frío penetre hasta su cama, o la luz le hiera el rostro directamente.
10. Pero el que duerme acompañado cuidará de no prolongar su sueño, sin un motivo legítimo, hasta llegar a embarazar las operaciones de los demás, pues ésta no sería menor incorrección que la de perturbarlos cuando son ellos los que están durmiendo.
11. Cuando tengamos que levantarnos antes de la hora ordinaria, ya sea porque estemos de viaje, o por otro motivo cualquiera, no nos creamos autorizados para perturbar a los que duermen, con la bulliciosa preparación de nuestro equipaje, que ha debido quedar terminado en la noche, ni con el ruido excesivo que pueden ocasionar las diversas operaciones que hayamos de practicar para el aseo y compostura de nuestra persona, apertura de puertas, salidas de la casa, etc.
12. Algunas personas se creen relevadas de estos cuidados cuando se encuentran en un hotel; así es que al levantarse para emprender viaje, alborotan el edilicio, y despiertan y molestan a los demás huéspedes que permanecen en sus camas. Guardémonos de proceder así jamás, y tengamos presente que el que de esta suerte se conduce en un hotel, se despoja del derecho de ser a su vez considerado, y prueba que su educación, excluyendo a los extraños, no está fundada en la benevolencia, que es su verdadera base.
13. Dispuestos ya para emprender un viaje de madrugada, despidámonos en la noche de las personas con quienes vivimos, sin dejar esto nunca para el acto de levantarnos; pues solo cuando se trata de personas muy estrechamente ligadas por los vínculos de la sangre o de la amistad, dejará de ser incorrecto el que las despertemos para decirles adiós.
14. Acostumbrémonos desde niños a arreglar nuestra cama, luego que en nuestra habitación haya corrido libremente el aire por algún rato.
15. No salgamos nunca de nuestro aposento sin estar ya perfectamente vestidos; y no creamos que la necesidad de salir de improviso por un accidente cualquiera, nos autorice para presentarnos mal cubiertos o en traje poco decente.
16. La costumbre de tomar algún ligero alimento al levantarnos, a más de ser generalmente útil para la salud, contribuye a suavizar nuestro aliento, el cual no puede ser puro mientras no se pone algo en el estómago. Y téngase presente, que ningún cuidado ni sacrificio debemos ahorrar por conseguir la inestimable ventaja de tener siempre un buen aliento.
17. Tan solo los enfermos deben tomar el desayuno en la cama; los que gozan de salud lo harán después que se encuentren aseados y vestidos. Es chocante que una persona que ha de levantarse y salir de su habitación, se haga conducir antes el desayuno a la cama, donde lo toma sin haberse lavado la boca ni las manos.
18. Una vez que estemos en disposición de presentarnos delante de los demás, cuidemos de informarnos de la salud de nuestra familia. Semejantes actos de obsequiosa etiqueta, reconocen por móvil el afecto a las personas con quienes vivimos, y sirven para fomentar ese mismo afecto, y para hacer cada vez más grato y dulce el interesante comercio de la vida doméstica.
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