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La mantilla: protocolo y tradición.

Históricamente, la mantilla no ocupa un lugar importante en el vestuario femenino, hasta el siglo XIX.

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La mantilla: protocolo y tradición.

Es tarde de Semana Santa en Cádiz. Las calles se llenan de gente para ver pasar las cofradías y sus pasos. Las figuras lucen relucientes a la luz de las velas. Ora en silencio, ora al ritmo cadencioso de los tambores emprenden su marcha serena hasta bien entrada la madrugada.

En estos días de sobriedad y austeridad, por aquí y por allá, surgen mantillas y peinetas que la mujer gaditana con gracia y donaire luce para honrar a su Redentor.

Curiosamente, sobre su uso no hay nada escrito y ha sido la costumbre y tradición quienes han ido fijando sus reglas. Todas ellas forman parte de ese cajón de sastre del protocolo que es el protocolo social. Por éste, hay que entender toda una serie de usos y costumbres comúnmente aceptadas por la sociedad y cuyo conocimiento parece de obligado cumplimiento. En otras palabras, viene el uso continuado imperante lo que marca la diferencia entre el saber ser y el saber estar.

En este protocolo social se integran las normas sobre la mantilla. En breve artículo, sin ánimo de ser exhaustivo recoge algunas incluimos normas sobre su uso.

Históricamente, la mantilla no ocupa un lugar importante en el vestuario femenino, hasta el siglo XIX. En este momento, la populariza Isabel II, con la cual se deja retratar en varias ocasiones. En esta época la mantilla adquiere una dimensión política y protagoniza la "revolución de las mantillas". Con ellas, las aristócratas madrileñas mostraron su españolidad y apoyo a la Casa de Borbón, frente a los Saboya.

Posteriormente, se sustituye la mantilla por la toquilla, para ir a misa los domingos. Aquélla es su evolución natural y viene a ser una especie de mantilla en pequeño formato, con forma triangular.

En el XX, el uso de la mantilla entra en decadencia. Se considera que su uso está pasado de moda. Son los años en los que se habla del "gap" generacional entre padres e hijos. Es una época contestataria que se refleja también en una forma de vestir determinada. Frente al formalismo de los padres, se opone la informalidad de los hijos. Es, en definitiva, la oposición entre el "usted" y el "tú".

Sin embargo, en este ambiente tan poco propicio, la mantilla renace con fuerza y recupera de nuevo el lugar que le corresponde. En este resurgir, sobre todo en lo que se refiere a su uso en la Semana Mayor, es de destacar la labor de jóvenes cofrades y distintas asociaciones que ya llevan años realizando actos de exaltación, e incluso pregones, a la mantilla con el fin de extender su uso y evitar que esta tradición se pueda perder.

Éste es el momento en que nos encontramos aunque se utiliza casi exclusivamente en los toros, en las bodas religiosas, en Semana Santa y en actos muy solemnes, aunque éstos son muy escasos (en su mayoría de carácter militar).

La mantilla se usará sólo en las bodas religiosas, no en las civiles, y se reserva exclusivamente a la madrina, a menos que en la invitación se pida a las invitadas que la luzcan, también. La madrina la llevará de color negro, aunque algunas más creativas han optado por otro color, y con traje corto o largo, según sea la boda por la mañana o por la tarde.

En los toros, aunque ya no es tan usual como antaño, la mantilla será de color blanco y se podrá adornar con flores.

El uso de la mantilla en Semana Santa difiere de los anteriores y sigue reglas más estrictas. Teniendo en cuenta el carácter especial de estas festividades, la mantilla se utiliza el Jueves Santo, en la visita a los monumentos eucarísticos y el Viernes Santo, en las procesiones. Se lleva con traje negro, de luto, en señal de duelo por la muerte de Nuestro Señor.

En consecuencia, y dada la austeridad que exige la ocasión, no se utiliza con flores, ni abalorios superfluos y se llevará con vestido y guantes negros, misal y rosario.

El traje ha de ser sobrio, sencillo, sin grandes escotes y, como es lógico, sin tirantes. En cuanto al largo de la falda, no debe superar la rodilla. Las medias deben ser negras lisas (ni opacas ni tupidas, ni con brillos, ni encajes o dibujos).

Por lo que respecta al zapato, se debe llevar también negro, cerrado o de salón, con un tacón medio (no más de 7 centímetros). Se acompaña con bolso de mano negro y rosario. Las joyas se procurará que sean de plata envejecida y las más habituales son una cadena con crucifijo, pendientes, rosario y broche para sujetar la mantilla.

En consonancia con todo lo anterior, el maquillaje debe ser sencillo y natural, al igual que la manicura. El peinado despejado de frente y rostro y siempre recogido.

Lo que acabamos de mencionar es un breve compendio de los usos más comunes de la mantilla. Cada región, sigue sus propias reglas aunque, en general, todas siguen los principios aquí indicados, con ligeras diferencias. Por ejemplo, en Málaga, el Jueves Santo la mantilla cubre parte del pelo, mientras que en Viernes Santo tendrá que tapar todo el peinado, en señal de respeto.

Es tarde de Semana Santa. Los pasos siguen su caminar, lento y majestuoso. Las calles se llenan de peinetas y mantillas negras que devotamente se inclinan al paso del Crucificado. Es la forma en que la mujer gaditana, entre olores a mar y a cera, muestra su homenaje, respeto y luto por su Señor.

 

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