Las suposiciones y comparaciones
La suposición, modo ya envejecido, y las más de las veces algo cándido, tiene por objeto aumentar la fuerza del razonamiento y convencer a la persona que nos escucha
Hacer comparaciones y suposiciones puede ser de mala educación
Los dos escollos de esta forma de lenguaje son totalmente opuestas, pues el uno es la trivialidad y el otro la hinchazón.
La suposición, modo ya envejecido, y las más de las veces algo cándido, tiene por objeto aumentar la fuerza del razonamiento y convencer a la persona que nos escucha; y la comparación consiste en presentar una imagen que haga más sensible a nuestra vista el objeto de que se trata. Cuando la una y la otra están reguladas por la razón, el uso y el buen gusto, son de muy buen resultado.
Están fuera de su lugar cuando en el curso de una conversación se permite alguno colocar a una persona respetable en un mal lugar como en el de un loco, un ladrón, etc.; si se hace también la suposición de que esa persona se encuentre en una situación vergonzosa o ridícula, como por ejemplo:
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"Si Usted fuese ese malvado; supongo señora por un momento que Usted hubiese cometido esta bajeza; que se burlasen de Usted".
Tampoco son oportunas las que se refieren a las profesiones u oficios de personas que se hallan presentes pues no pueden menos de ofender al amor propio de las mismas. Así, por regla general, y por vía de precaución conviene evitar el valerse de frases semejantes a estas: Charlatán como un médico; ávido como un procurador etcétera.
Por último, la política y el buen gusto, no regulan las comparaciones cuando son usadas y triviales, pedantescas, o llenas de hinchazón.
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