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El estilo y el ceremonial de las cartas.
Un tratado sobre el estilo epistolar, que servirá de ayuda a las gentes con el fin de aprender a ordenar y expresar sus ideas.
El estilo y el ceremonial de las cartas.
Un tratado sobre el estilo epistolar, que servirá de ayuda a las gentes que lean la presente obra con el fin de aprender a ordenar y expresar sus ideas y dar giro a sus pensamientos. Nos limitaremos a decir rápidamente lo que es necesario saber acerca del mundo de estilo epistolar en la escritura.
El estilo.
El que escribe familiarmente ha de ser sencillo en sus expresiones. Los que las rebuscan y se valen de palabras pomposas para expresar cosas triviales se hacen ridículos, son mirados como hombres que no sintiendo nada se atormentan por encubrir con frases la esterilidad de sus pensamientos.
Expresaos como si estuviéseis en una conversación, y escribid lo que diríais en presencia del sujeto a quien se dirige vuestra carta. Tened después consideración a las personas, y más o menos familiaridad, más o menos respeto, según sus circunstancias, y según la clase o el destino os aproxime o separe de ellas y cumplís en cuanto al estilo.
El ceremonial.
Hay ciertos usos muy insignificantes en sí mismos, pero que es indispensable seguir por no ofender a la persona con quien se trata. Por esto el ceremonial de las cartas consiste en ciertas formalidades adoptadas casi unánimemente, y que son las señales de la mayor o menor
atención que se manifiesta a las personas a quienes se escribe.
La vanidad, que es el alimento de los espíritus mezquinos, ha hecho del ceremonial un asunto de importancia; asi, por poco caso que se haga de esto, es necesario adoptarlo para con los demás. Yo aconsejo a todos los que querían vivir con el mundo que en este punto pequen más bien de más que de menos.
Un exceso de política no puede perjudicarnos nunca; pero una falta, un olvido, basta muchas veces para cambiar, respecto a nosotros, el corazón de cierta clase de personas. No os humilléis nunca hasta la bajeza; pero no omitáis nada de lo que es permitido para agradar.
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Se puede ser cortés sin ser falso e importuno; y galante, sin ser adulador.
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Antes de afligirnos de cualquier mal que creamos que nos amenaza, es menester que reflexionemos si es (verdaderamente) probable que semejante mal nos suceda.
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El referir casos o contar cuentos, debe ser muy rara vez, y solo cuando vengan muy al caso advirtiendo que sean cortos.
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Nunca un criado se permitirá familiaridades con visitantes ni con nadie de la casa.
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Desembarazados ya de todos los negocios, como de todos los placeres, la cena se hacía sin cuidados ni inquietudes.
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La conversación es el palenque en donde se ponen a prueba todas las cualidades de talento, amabilidad y finura.
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En las visitas que se realizan hay que procurar no hacerlas demasiado largas; eso, de ordinario, resulta molesto o incómodo para los demás.
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Al entrar en el mundo debemos tener la convicción de que entramos en un ambiente honrado, en el cual los actos no siempre están de acuerdo con las máximas.
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Los sabios hablan con el entendimiento, y así su alabanza causa una inmortal satisfacción.
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No hagas a otro lo que no quisieras que otro te hiciera a tí.
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Las bromas y los chistes que pueden llamarse las flores del talento han de ser delicados.
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El mentir o cambiar una cosa, que es lo mismo, para disculparnos de lo que hemos dicho o hecho, y para evitar el peligro o la vergüenza que pueda resultarnos, manifiesta la gran cobardía y doblez de nuestro corazón