Adonde fueres ponte lo que vieres. Carla Bruni.
La política es un negocio difícil. Es como si acabaras de llegar a una orquesta, alguien te diera una flauta y al día siguiente te pidieran que tocaras a Stravinsky.
En una entrevista en "Paris Match" al poco tiempo de ser Primera Dama, Carla Bruni dijo lo siguiente: "La política es un negocio difícil. Es como si acabaras de llegar a una orquesta, alguien te diera una flauta y al día siguiente te pidieran que tocaras a Stravinsky". Fue una entrevista concedida poco después de su viaje a Gran Bretaña, adonde había llegado con cursos acelerados de protocolo y los consejos de la esposa del embajador británico en París (a nosotros nos ha faltado lo de la embajadora porque todas las reverencias que hizo a Isabel II se las ha ahorrado con nuestros reyes).
La política (la de las esposas, se entiende), además de lo de tocar la flauta (a veces con un agujero sólo, como la de Bartolo), consiste en superar continuos concursos de belleza. Aunque la mujer de Sarkozy, a quien se ponen listones de mujeres vivas y muertas (Jackie Kennedy y Lady Di), en lugar de pretender destacar frente a la rival de turno, lo que hace es mimetizarse a lo Zelig. Como si no quisiera destacar, como si no tuviera bastante con no poderse poner tacones.
La Reina de Inglaterra está fuera de toda competición (y fuera de cómo visten los royals más jóvenes de otras monarquías, que andan más cerca del standard burgués de la Preysler que de lo que debe ser una monarquía). Pero fue precisamente en Londres donde Carla Bruni empezó su estilismo camaleónico de Estado vistiendo de forma parecida a la reina. Y donde empezamos a comprobar lo cursi que podía ser con esa manera forzada de sentarse. Cursi en el sentido en el que lo diría Francisco Silvela ("La cursilería es una afectación"). Falta de naturalidad. Pese a ser de cuna meneada, se echa de menos en Carla, en las apariciones formales, el amable abandono de quienes tienen interiorizado el protocolo (que sería como la técnica a la hora de tocar la flauta, algo que no se tiene que notar). Y quien dice el protocolo dice andar de manera natural. Llegó tarde al Reina Sofía a su cita con Doña Sofía. Si no supierámos que la razón fue el retraso en el Congreso podríamos pensar que se retrasó porque estaba tragándose la escoba que se desayuna todas las mañanas para andar más tiesa que un palo.
Aparte del envaramiento, lo que más choca es que se vista como las otras señoras. También como Michelle Obama. Es perturbadora esa fotografía de ambas en París. Ambas con abrigos o sobretodos adornados con lazos en el cuello. Eso sí, el abrigo de Michelle Obama era estampado, en esa querencia que gasta la americana por parecer la esposa del presidente de Kenia (o una mujer de carácter fuerte pero no la mujer del Presidente, como escribió hace unas semanas Suzy Menkes ratificando el fin del "wife wear", la forma de vestir de las esposas, poniendo siempre como ejemplo a Jackie, a quien se vio con pañuelos en la cabeza, pantalones Capri, los brazos al aire o bailarinas, "pero en público estaba obligada a parecer la mujer del Presidente").
Volviendo a "copycat" Carla, llegó a España y en sus encuentros con la Princesa Letizia y con Sonsoles Espinosa se mimetizó. Será casualidad pero da toda la impresión de que llama antes: Nena, ¿qué te vas a poner? O se entera, como Ingrid Bergman en "Indiscreta", a través del servicio. De acuerdo, son tonterías pero tanta coincidencia (hoy toca vestido ajustado en tono procesional, hoy tocan pantalones y chaqueta corta) resulta curiosa.
En este viaje que empezó con los telediarios mostrando los portatrajes de Dior, todo podía pasar. Sobre todo que la foto cumbre fuera el "derriére" de la escalera, que parecía la simétrica coreografía del "Nowadays" de "Chicago" bailada por Bebe Neuwirth y Karen Ziemba en Broadway (o por Catherine Zeta-Jones y Renée Zellweger en la película). ¿Y por qué va a ser sexista la fotografía? Sexista es que Nicolas Sarkozy no tenga que tocar la flauta.
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