
De las diferentes especies de reuniones. De las reuniones de duelo.
Cuando en una casa acontece la desgracia de morir una de las personas de la familia, es natural que algunos de los parientes y amigos más inmediatos de ésta, permanezcan a su lado.
Manual de Buenas Costumbres y Modales. Urbanidad y Buenas Maneras.
1. Cuando en una casa acontece la desgracia de morir una de las personas de la familia, es natural que algunos de los parientes y amigos más inmediatos de ésta, permanezcan a su lado por cierto número de días, para prodigarle los consuelos de que necesita en tan dolorosos momentos, para recibir a su nombre las visitas de duelo y de pésame, y para relevarla, en fin, de todas las atenciones de la casa que sean incompatibles con las impresiones de un pesar profundo.
2. En los casos en que nuestros amigos o parientes pierdan una persona de su familia, seamos muy mirados y circunspectos para considerarnos comprendidos en el deber que impone el párrafo anterior; pues nada habría más impropio ni más impertinente, que el ir a situarnos en una casa en tales circunstancias, sin estar a ello real y evidentemente llamados por la intimidad de nuestras relaciones, y sin tener la certeza de necesitarse en ella de nuestra presencia y nuestros servicios.
3. Las personas que se sitúan en la casa de un difunto, sin estar para ellas autorizadas por las consideraciones que acaban de expresarse, dan una idea muy desventajosa de su carácter, por cuanto aparece que han querido convertir en una tertulia un cuadro de dolor y de llanto, o bien que sólo han ido en busca de los placeres de la mesa, adonde suponen que su concurrencia ha de hacer que sea ésta más abundante y selecta que de ordinario; incurriendo, además, en la notable inconsideración de ir a aumentar así los gastos y atenciones de una familia afligida.
4. Siempre que hayamos de acompañar en tales casos a nuestros parientes y amigos, observemos una conducta que sea enteramente propia de las circunstancias, manifestando en todos nuestros actos que respetamos su situación y tomamos parte en su sentimiento. En cuanto a dirigirles expresiones de consuelo, tengamos presente que se necesita de un tacto exquisito para que ellas no lleguen a ser inoportunas e impertinentes, y para que no contribuyan, como suele verse, a aumentar el dolor, lejos de mitigarlo.
5. La puntual observancia de estas reglas ahorrará a las personas que sufren por la pérdida de un ser querido, el tormento de ver en su casa, en los momentos más terribles de su dolor, una reunión numerosa y llena de indolencia que conversa, ríe y celebra los chistes de cada cual, y que ofrece el chocante y horrible contraste de la alegría y los placeres de la mesa, dentro de un recinto enlutado y tétrico, en medio de una familia llorosa y desconsolada, y a veces aun al lado de un difunto.
6. En las reuniones de duelo habrá una mesa frugal no menos que decente, a que no asistirán jamás los deudos más inmediatos del difunto, y en la cual no se hará otra cosa que satisfacer la más urgente necesidad de alimentarse; sin que en la reunión, se note ningún acto, ni se oiga ninguna expresión que tenga algo de común con la animación y el júbilo de los banquetes, o que en alguna manera desdiga de la naturaleza de las circunstancias.
7. Según lo citado en un párrafo anterior, no serían las personas doloridas las que tomen a su cargo la inversión del dinero, ni ninguna otra de las operaciones que son indispensables para preparar y disponer la mesa; más en manera alguna es conveniente que los parientes y amigos del difunto, como ha solido usarse, se propongan hacer a su costa y por turno todos los gastos necesarios para cada uno de los días del duelo, pues esto da origen a una emulación que trae infaliblemente consigo la suntuosidad de las comidas, y de aqui las grandes y bulliciosas reuniones, cuya monstruosidad no podría ser nunca representada con colores demasiado vivos.
8. No quiere decir esto que a los parientes y amigos más inmediatos del difunto, les esté prohibido hacer por si mismos hacer algunos gestos para proveer a cualquiera de las necesidades de la casa, cuando las personas de la familia se hallen en la absoluta incapacidad de prestar ningún género de atención a los asuntos domésticos; pero nunca deberían perder de vista las restricciones contenidas en los párrafos anteriores, según las cuales no les es lícito contribuir de ningún modo a que la mesa llegue a convertirse en una reunión de placer.
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