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El jefe de protocolo 'debe estar sin que se le vea'. Entrevista a Pau Mateu Cañellas.
Pau Mateu Cañellas (Palma, 1945) se jubila como Maestro de Ceremonias de Cort.
Entrevista a Pau Mateu Cañellas.
"Este trabajo me ha aportado mucho, pese a que es intenso y te obliga a estar en constante tensión".
Pau Mateu Cañellas (Palma, 1945) se jubila como Maestro de Ceremonias de Cort. Con una hoja de servicios de 45 años como funcionario, y en el mejor momento de su carrera profesional, deja el Ayuntamiento pese a que le falta un año para la edad reglamentaria de 65. Mateu, lo ha sido todo en Cort, pero también ha conocido años amargos y el ostracismo profesional.
¿Maestro de Ceremonias o Jefe de Protocolo?
-Maestro de Ceremonias, con diferencia. Es un cargo ya existente en el siglo XIV con el Gran i General Consell. El título de Jefe de Protocolo es una denominación reciente. Además, ahora sólo existe el cargo en el ayuntamiento de Palma y creo que vale la pena conservarlo.
¿Cuál ha sido la situación más difícil que ha afrontado?
-Sin duda, la noche del golpe del 23F. Estábamos el alcalde Ramón Aguiló y yo en Cort solos. Vivimos momentos difíciles.
¿Conocía a Ramón Aguiló?
-En absoluto. Había sido el secretario particular de los cinco últimos alcaldes franquistas, y luego el primero socialista también me mantuvo en el cargo.
Supongo que tras las elecciones de 1979 se veía con un pie en la calle.
-En la calle no, porque era funcionario de carrera, pero pensaba que cambiaría al menos de despacho. Estaba convencido de que en Democracia y con un alcalde socialista sustentado por una coalición de izquierdas no continuaría como su secretario particular.
¿Qué cree que pesó a la hora de decidir su continuidad?
-Por comentarios que me hicieron posteriormente, José Alfonso, que trabajaba en la EMT y había colaborado conmigo, fue decisivo para mi continuidad. Al parecer le dijo a Ramón que era una persona de fiar.
También vivió muy de cerca la ruptura de Ramón Aguiló con un editor.
-Si. El alcalde Aguiló veraneaba en sa Rápita y yo también. Un día vino a casa y me avisó, sin decirme a dónde iba, que las cosas podían ir mal. Cuando regresó de Palma me anunció: "No hay posible solución". Recuerdo que había desacuerdo con subvenciones y la gota que colmó el vaso fue la negativa de ceder el teatro municipal del paseo Mallorca al grupo periodístico.
¿Es una situación que ha revivido con Aina Calvo?
-No se puede comparar. Las diferencias son abismales porque la campaña que se orquestó contra Ramón Aguiló fue brutal. Ahora el tratamiento que se hace de los asuntos municipales, especialmente si se personalizan en la alcaldesa es más sutil, no es tan exagerado como con Aguiló.
¿Era más fácil el protocolo en los ayuntamientos franquistas?
-No. Con la dictadura había unas normas y las aplicábamos, puesto que nuestro trabajo, al fin y al cabo, consiste en eso: aplicar la normativa vigente. Evidentemente era diferente, aunque hay que decir que tardó varios años en cambiar. Se modificó en 1983, por un real decreto firmado el mes de agosto en Palma. Con anterioridad había menos autoridades, especialmente menos cargos electos.
¿Qué cambió con la democracia?
-Básicamente el reglamento. Las nuevas normas daban más importancia a las autoridades electas que a las digitadas. Es una constante de la filosofía del nuevo reglamento. Evidentemente, además del reglamento se cambian todas las estructuras, porque muchas autoridades que existían con la dictadura desaparecen y, afortunadamente, se crean nuevos cargos.
¿A qué alcalde o alcaldesa le gustaba más el protocolo?
-Sin duda, a don Máximo Alomar (1963-1969). Fue un alcalde que no se conformaba con la celebración de los actos tradicionales ya existentes e incluso creó de nuevos. Creó unos premios de investigación. Nos inventamos y creamos La Fiesta del Almendro en Flor, que reunía en el teatro principal a las primogénitas de la burguesía palmesana. Se invitaba a un poeta de prestigio y los asistentes vestían frac los caballeros y de largo las señoras. También le preocupó muchísimo la promoción de la ciudad en el exterior. En aquella época nos hermanamos con París y con San Francisco de California.
¿Fue difícil la recepción a los emperadores del Japón?
-La verdad es que a estos niveles seguimos las indicaciones del ministerio de Asuntos Exteriores. Nuestro trabajo en estos casos es más de colaboración que de propia iniciativa. Realizan un programa y nos piden si podemos colaborar en determinadas cosas, como la visita al castillo de Bellver. En el caso de la visita a la que se refiere en la pregunta recuerdo el recorrido que hicieron por el Casco Antiguo con el ya fallecido concejal Joan Bauçà como guía.
¿Y en el caso de la cumbre hispano-alemana del año pasado?
-Para mí fue una gran experiencia. En este caso nos dieron una parcela de protagonismo muy importante. Intervinimos con el programa y se dio al Ayuntamiento y a la alcaldesa la importancia que merece.
¿Con qué alcalde o alcaldesa se ha sentido más cómodo?
-Con los de mi generación. Cuando empecé con don Máximo yo tenía 19 años, y él era ya un señor maduro. Cuando despachaba con él me sentía cohibido. Después trabajé con don Gabriel Alzamora y don Rafael de la Rosa, que seguían siendo mayores, además de personas y alcaldes extraordinarios. Después trabajé con alcaldes de mi edad: Paulí Buchens, que ya era amigo mío como, con el tiempo, también lo fue Ramón Aguiló.
¿Y quién le hacía más caso en sus indicaciones?
-La verdad es que he tenido suerte en este sentido. En general nuestros jefes creen que todo esto es muy complicado. En las cuestiones técnicas del protocolo no recuerdo ninguna indicación ni insinuación.
¿Cuál de sus jefes ha sido más rebelde?
-La verdad es que ninguno. También es verdad que nunca he dado indicaciones contundentes, siempre hemos hecho las cosas a base de diálogo, excepto si se trata de aplicar una determinada norma legal.
¿Qué cualidades debe tener un Maestro de Ceremonias?
-La discreción y ausencia de vanidad. En definitiva, y para resumir, debemos estar sin que nos vean.
¿Qué le ha aportado?
-Muchísimo. Estoy muy satisfecho, pese a que es un trabajo intenso, delicado y que te obliga a estar en constante tensión.
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