Educación y buenos modales Página 95
Los buenos modales y la buena educación son formas de comportamiento que hacen referencia a las relaciones y trato con otras personas
Educación y buenos modales suelen ir de la mano. El comportamiento correcto de las personas hace que la convivencia se más cordial, amable y agradable
Todos los artículos de Educación y buenos modales
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Dejamos sentado que antiguamente era grande el exceso en el comer y en el beber, lo cual está probado con buenos y numerosos documentos.
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Los peregrinos y cruzados introdujeron en Europa los vicios de Asia, y llevaron al Asia los vicios de Europa.
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Los jueces reales llegaban a tal exceso de venalidad en Inglaterra, que en 1229 fueron acusados criminalmente y declarados culpables y condenados a multas proporcionadas a sus delitos.
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A los numerosos juramentos falsos abrió mucho campo la ignorancia, porque como casi nadie sabia escribir y no pudiendo consignárselos actos y documentos escritos, fue preciso confiar enteramente en la prueba testimonial y abusaron de ella.
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Los entrevistadores deben ser buenos profesionales y tener un buen sentido del tacto así como tratar con educación y respeto a sus entrevistados.
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De los bárbaros a la civilización. El triunfo de los buenos modales y la racionalidad.
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Se provoca la risa hablando de objetos bajos y plebeyos en tono grandioso y elevado con el cual reciben aquellos un aire cómico y gracioso.
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La risa parece el producto de las dos sensaciones unidas, sorpresa y placer, movidas por un ligero contraste o por una finísima analogía.
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La sátira debe ser considerada como una multa censoria que sirve para corregir aquellos defectos que sin dejar de ser molestos y aun nocivos a la sociedad, no se encuentran en los códigos criminales.
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Es menester distinguir la maledicencia que descubre las inofensivas debilidades por el solo gusto de denigrar, de la otra que descubre delitos verdaderos que pueden ser dañosos al prójimo.
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Discutir es alegar las razones y los argumentos en que se apoyan dos opiniones opuestas sin consideración a las personas que las proponen.
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Las personalidades suelen agriar los ánimos en las disputas, y por lo común apelan a ellas los que más desprovistos están de razones.
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Una de las primeras pruebas por las que pasa la buena educación, es la de la entrada al ascensor.
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Cuando muchos hablan a un tiempo, parece que oye uno a las ranas que se empeñan a porfía en sobrepujarse unas a otras y procurarse la gloria de ensordecer a cuantos las oyen.
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La alegría moderada en las conversaciones pasa fácilmente de uno a otro ánimo y es acogida con favor por todos.
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Los charlatanes se hacen callar no dando pávulo a sus palabras, del mismo modo que un tocador de violín para a los bailarines cesando de tocar.
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Si a la locuacidad se une el egoísmo, esto es, si siempre hablamos de nosotros mismos, de nuestros gustos, de nuestras cosas, y de cuanto nos pertenece, es positivo que fastidiaremos de una manera insoportable a cuantos nos oigan.
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Querer que nuestra conducta merezca la aprobación de todos, es pretender que los mismos manjares agraden también a todos.
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La vanidad contribuye a hacer más activo el estímulo de la curiosidad, porque hay una satisfacción en poder decir, yo lo sé, yo lo he visto.
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Actos inurbanos o molestos a los presentes.
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Actos inurbanos o molestos a los presentes.
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La cortesía prohibe hacer revivir o echar en cara a otro los vicios que un largo arrepentimiento ha borrado.
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La descortesía sube de punto a medida que la parte que nosotros nos llevamos excede a la que queda individualmente para los otros.
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Todas las acciones nuestras que en las vicisitudes socíales y en la conversación común ahorran incomodidad, tiempo y trabajo a nuestros semejantes.
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Las oportunas explicaciones disipan aquellos sinsabores o malas inteligencias que entre vecinos suelen degenerar en discordias.
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Cualquiera acción o dicho que voluntaria e ilegítimamente nos roba la estimación ajena o nos expone al desprecio, se llama injuria.