
El perfecto caballero
Un caballero se ocupa de apartar los obstáculos que bloquean el libre andar de los que van junto a él, inclusive suele acompañarlos en sus movimientos
foto base Jo-B - Pixabay
Reglas de oro para ser el caballero perfecto
Aquella urbanidad
Es casi una definición de caballero decir que "es uno de esos hombres que nunca causan dolor". Esta definición es tan refinada como certera.
Un caballero se ocupa de apartar los obstáculos que bloquean el libre andar de los que van junto a él, inclusive suele acompañarlos en sus movimientos.
Sus beneficios pueden ser comparados en forma paralela con las llamadas "comodidades de uso personal": como por ejemplo una silla confortable o el fuego acogedor de una chimenea, que calman la fatiga y el frío respectivamente.
El caballero perfecto, esquiva cuidadosamente cualquier cosa que pueda causar una sacudida -todo choque de opinión o colisión de sentimientos, toda restricción o prohibición, o sospecha, o resentimiento- y trata con gran empeño que todos se sientan cómodos como en su propia casa.
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Sus ojos están puestos en cada uno de los que forman su clan, es tierno con el vergonzoso, gentil con el esquivo y compasivo con el irracional. Evita toda alusión o tema que pueda irritar, trata de no sobresalir y de no ser aburrido.
Un caballero es tan sutil haciendo favores que pareciera que -por el contrario- estuviera recibiéndolos.
Nunca habla de sí mismo, excepto cuando se ve obligado a hacerlo, nunca se defiende por mera réplica, hace oídos sordos frente a la calumnia o difamación, es escrupuloso en poner por qués a aquellos que interfieren con él y siempre intenta interpretar todo para bien.
Un caballero jamás se queda atrás en sus disputas, como tampoco toma ventajas deshonestas, ni vocifera.
Desde su prudencia observa la sabiduría del anciano que enseña a ver a nuestro semejante como a nuestro posible futuro amigo. Tiene un gran sentido común para afrontar los insultos, no hay lugar en sus pensamientos para recordar injurias y es demasiado indolente para soportar la maldad.
Sabe -en cuanto a principios filosóficos- ser paciente, abstenerse o resignarse, se expone al dolor porque es inevitable, al despojo porque es irreparable y a la muerte porque es su destino.
Su intelecto disciplinado lo protege de la descortesía de aquellos que creen ser mejores, aunque menos educados, y quienes como armas de puntas romas desagarran con sus palabras en vez de cortar limpio.
Su opinión puede estar acertada o bien equivocada, pero es demasiado astuto como para cometer alguna injusticia.
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Puede ser tan cándido y simple como enérgico y tan conciso como determinante.
No encontraremos mayor consideración e indulgencia: él se introduce en la mente de sus oponentes y responde por sus errores.
Un caballero conoce la debilidad de la razón humana tan bien como a su fortaleza.
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