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Prólogo. Urbanidad para seminaristas.

El hablar de Urbanidad para seminaristas, no es, por tanto, un nuevo capricho de remilgado educador.

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Para hacer una digna presentación de esta obrita, sobre URBANIDAD PARA SEMINARISTAS, no me ha sido necesario acudir a las doctas plumas amigas, que no por ilustres dejarían de ser tildadas de parciales, pues me ha hecho muy digno prólogo nuestra santa Madre la Iglesia en su mismo "Código de Derecho Canónico", ya que en el canon 1.369, 2º, enumerando las obligaciones de los Rectores de Seminarios, se expresa en estos términos: "Saepius eis verae et christianae urbanitatis leges tradant, eosque exemplo, ad illas colendas excitent; hortentur praeterea ut praecept a hygienica, vestium et corporis munditiam et quandam in conversando comitatem cum modestia et gravitate conjunctam, jugiter servent".

El hablar de Urbanidad para seminaristas, no es, por tanto, un nuevo capricho de remilgado educador; ni siquiera una de tantas asignaturas más que los modernos Congresos, como base para la solución de sus respectivos problemas, suelen acordar que se sobreañada al plan de estudios de los Seminarios; trátase de algo tan importante, que la misma Iglesia Romana lo ha consignado entre sus Leyes: una de las sagradas obligaciones del Rector es dar a sus alumnos lecciones teóricas y prácticas, para que sepan amoldar su comportamiento a las sólidas normas de higiene, aseo, trato social y cortesía cristiana.

Todos los autores que se preocuparon de la formación clerical, han coincidido en señalar normas para esto, acomodadas, claro está, a las costumbres de su época y a las necesidades de sus educandos; véase, entre otros, a Clemente Alejandrino, en su "Paedagogus", San Ambrosio en "De officiis Ministrorum", San Agustín en su "Regula ad servos Dei", San Jerónimo en su carta a Nepociano, San Bernardo en la carta "De vita familiari", San Buenaventura en su "Speculum disciplinae", el Beato Padre Maestro de Avila en varias de sus cartas a clérigos, San Carlos Borromeo en sus "Institutiones ad universum Seminarii regimen pertinenes", San Antonio María Gianelli en sus "Reglas de Urbanidad y buena crianza para uso del Seminario de Génova", San Antonio María Claret en "El Colegial Instruído", y en nuestros días, el Rdo. A. Micheletti, en "Il Galateo del Seminarista". Es que salta a los ojos de todos que la educación eclesiástica resultaría manca, si a la formación interna de sólida piedad y competencia científica no se uniese esa otra formación exterior, que la completa y abrillanta.

La vida interior no está reñida, antes bien,. debe estar hermanada con las santas y laudables manifestaciones de cortesía en el trato con el prójimo, floración de la caridad más ardiente y delicada; así lo entendieron los grandes maestros de espíritu; por eso nuestra sin par Santa Teresa de Jesús, aunque pretendía formar almas de vida meramente contemplativa, compuso unos "Avisos" para sus hijas las Carmelitas Descalzas, que bien pueden presentarse como un código de Urbanidad claustral; y el P. Faber, en su obra "Progresos del alma", no dudó estampar estas aseveraciones: Persuadámonos bien de que a nuestro aprovechamiento espiritual y a la santidad de nuestra vida interior importa mucho mirar cómo nos habemos en el trato de los demás hombres, pues esto es necesario, si hemos de ser para ello el buen olor de Cristo.

Cabalmente el mismo mundo reclama de su Clero estos delicados perfumes del trato social, y, a veces, se escuchan lamentos y quejas por la rusticidad y falta de buenas formas que notan en los seminaristas.

No siempre tienen razón en tales reproches: acontece las más de las veces que los que atisban el comportamiento externo de los clérigos se olvidan del humilde origen de los alumnos de nuestros Seminarios, que, por regla general, proceden de clases sociales en las que no reina la más exquisita cortesía; y de que toda la formación y altura urbana que se les haya podido dar durante su vida de internado, es contrarrestada: primero, por la influencia del medio ambiente donde viven en vacaciones, y luego, por el nivel social de los pueblos rurales, campo ordinario de sus primeros ministerios sacerdotales.

Además, debe tenerse muy en cuenta que, si bien - como decía Balmes - la educación es al hombre lo que el molde al barro: le da forma; el molde en que se procura plasmar el tipo ideal del seminarista es meramente eclesiástico y no mundano; no se vaya, pues, a pedir a nuestros alumnos ese arbitrario etiqueteo de fingidos cumplimientos sociales, sino que amolden su conducta a los cánones invariables de la verdadera y cristiana Urbanidad de que habla el Código.

Estas reglas del trato social y preceptos higiénicos no se descuidan en nuestros Seminarios; buena prueba de ello es que en todas las lenguas y formas se han escrito libros de Urbanidad sacerdotal. Mucho antes de que estas enseñanzas fueran prescritas por la Ley eclesiástica lo teníamos los Sacerdotes Operarios Diocesanos preceptuado por nuestro venerando Padre Fundador, el cual nos legó buen ejemplo y norma de ello en las conferencias que daba a sus colegiales de Tortosa, que han servido de pauta para lo que venimos haciendo siempre en todas nuestras casas.

A prestar su pobre cooperación en tan santa empresa va encaminada la presente obrita. En los años que llevo consagrado a la formación de los alumnos del "Santuario, he podido comprobar que, aunque las normas de Urbanidad sean las mismas para todos, ha de ser muy diversa la educación que se dé sobre esta materia a los seminaristas, según las distintas etapas de su vida de estudiante; es preciso despojar al latino de las rudezas a que ordinariamente está habituado en el propio hogar; se debe pedir al filósofo la razón y horma de cuanto exija la buena crianza, y se ha de iniciar al teólogo en las fórmulas de cortesía sacerdotal.

Por ende, he querido llevar esta graduación a las páginas del libro, y mi obra habrá de dividirse en dos partes: una, en forma de didáctica escolar, en la que con dobles tipos, según la mayor o menor importancia del asunto, se expongan las primeras nociones propias de la vida del Seminario; y otra, que reúna, en forma de conferencias, las instrucciones precisas para salir a ejercer con fruto y decoro el ministerio sacerdotal. ¡Quiera el Divino Maestro, modelo soberano de todo sacerdote, bendecir estas páginas, para que de todo seminarista que las lea puedan decir los fieles, como de El dijeron los sencillos israelitas: Bene omnia fecit!.

Seminario Pontificio de Toledo, fiesta de la Descensión, 1930.

 

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