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El mundo de la modestia y las buenas maneras

Los cambios bruscos en el nivel de vida de una sociedad traen consigo el intento de imponer nuevos cánones de urbanidad y de comportamiento...

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Ilustración biblioteca de la facultad. La Bibliomata.
Ilustración. Ilustración biblioteca de la facultad. La Bibliomata.

El mundo de la modestia y las buenas maneras

Esta (¿qué se yo como pudo ser?) dizque
supo mucho aunque era mujer. Porque
como dizque dice no sé quién, ellas
sólo saben, hilar y coser.

Poema de Sor Juana Inés de la Cruz.

Los cambios bruscos en el nivel de vida de una sociedad traen consigo el intento de imponer nuevos cánones de urbanidad y de comportamiento, difundidos en cartillas, catecismos y manuales. Conocidos en Occidente desde el siglo XVI, proliferaron en el siglo XIX. En México, las clases altas, al incrementar su riqueza e intensificar el comercio con otros países europeos hacia mediados del siglo XIX, se preocuparon por mejorar sus modales. Había bastante que aprender, pues con los nuevos consumos variaron utensilios de mesa y cocina, modas, atuendo, muebles, elementos decorativos y hasta el sentido del gusto, alterándose modales y hábitos de vida. Se tradujeron varios manuales de urbanidad de Francia, referencia obligada del mundo "civilizado" en tales asuntos, y algunos autores.

El libro del holandés Erasmo de Rotterdam titulado " De civilitae morum puerilium libellus " (De la urbanidad en las maneras de los niños), es un antecedente de los manuales de buenas maneras que luego proliferaron en España. Este texto fue publicado por vez primera en Basilea en 1530. Se considera que introdujo plenamente en la civilización occidental el nuevo concepto de civilidad social y fase de desarrollo social frente a la barbarie y a la ignorancia; asimismo inauguró un nuevo concepto de "civilitas": la "civilidad" ya no representa el ordenamiento y el gobierno de la ciudad ni los hábitos o costumbres de una comunidad. Ciertamente, el tratado de Erasmo se emparenta con los antiguos tratados de cortesía (politesse) y los tratados destinados a las artes de amar o agradar; sin embargo, a diferencia de éstos no se dirige ya a un sector social determinado, sino a todo hombre que quiera ser educado para la vida social.

En los países americanos, sin duda el célebre " Manual de urbanidad y buenas maneras ", del venezolano Manuel Antonio Carreño, fue el de mayor influencia y éxito, debido a que en él se recogen las formas más elementales y la reglas sobre los buenos modales para relacionarse en sociedad. Incluso, en la introducción de este manual se asegura que la urbanidad es manifestación de virtud; reflejo exterior de realidades interiores, la intención de integrarse positivamente en la vida ciudadana convertida en hechos.

Desde su publicación en 1853, el Manual de Carreño se convirtió rápidamente en lectura obligada para la gente de su época. De este Manual encontramos en México una gran cantidad de ediciones, especialmente durante el último tercio del siglo XIX. Otros textos similares, en la forma y en el contenido, fueron editados y reeditados en nuestro país; algunos dedicados exclusivamente a los niños y otros destinados a todo ser humano que desease ser aceptado y aprobado en las esferas más altas de la sociedad de aquella época. Muchos de estos textos, como el propio Manual de Carreño, fueron adaptados para su utilización en establecimientos educacionales. Cabe señalar que aquellos peculiares tratados de urbanidad siempre habían existido para las clases pudientes y las familias "honorables" de la época.

Estos libros abarcaban el comportamiento en todas las esferas de la vida en la familia, en la escuela, en la calle, en la iglesia y en todos los ámbitos sociales, y también indicaban cuál era la actitud, la palabra, el comportamiento socialmente correctos. "Los niños bien educados jamás deben salir a la calle a formar juegos y retozos que necesariamente han de molestar a los vecinos" (Carreño, 1853, pag. 34), se leía en el compendio del "Manual de urbanidad y buenas maneras". Los consejos, en muchas ocasiones se repartían entre los niños y las niñas. Por ejemplo, la "Cartilla moderna de urbanidad" para niñas decía que a la niña bien educada "le gusta entretener a sus hermanitos y suele jugar a lo que otros prefieren, en los juegos de prendas es discreta para no molestar ni darse por ofendida" (Carreño, 1853, pag. 37), entre otras pautas. Mientras los niños debían, según otro texto, ser cariñosos y buenos compañeros cediendo al gusto de los otros siempre que pudieran, hacer favores siempre que pudieran, aunque fuera a forasteros o desconocidos, ello en unas páginas que se ilustraban además a modo de cómic.

 

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