Urbanidad de las partes del cuerpo que se deben mantener ocultas.
La cortesía y el pudor exigen cubrir todas las partes del cuerpo, salvo la cabeza y las manos.
Urbanidad de las partes del cuerpo que se deben mantener ocultas y de las necesidades naturales.
La cortesía y el pudor exigen cubrir todas las partes del cuerpo, salvo la cabeza y las manos. Es, por lo tanto, indecoroso tener el pecho descubierto, llevar los brazos desnudos, las piernas sin medias y los pies sin zapatos. Incluso va contra la ley de Dios descubrir ciertas partes del cuerpo que el pudor, lo mismo que la naturaleza, obligan a tener siempre tapadas.
Hay que evitar con cuidado y en la medida de lo posible, llevar la mano desnuda a todas las partes del cuerpo que de ordinario no están descubiertas, y si hay necesidad de tocarlas, es preciso hacerlo con circunspección.
Así como no debemos considerar nuestros cuerpos sino como templos vivos, en los que Dios quiere ser adorado en espíritu y en verdad, y como tabernáculos que Jesucristo se ha escogido como morada, igualmente debemos, en razón de las hermosas cualidades que poseen, tener con ellos mucho respeto. Esta consideración nos debe impulsar, de manera particular, a no tocarlos y ni siquiera mirarlos sin necesidad indispensable.
Es conveniente acostumbrarse a sufrir diversas pequeñas molestias sin volverse, frotarse, rascarse y sin moverse o adoptar alguna otra postura que sea indecorosa, pues todo este tipo de acciones y posturas poco educadas son completamente contrarias al pudor y al recato.
Mucho más contrario a la cortesía y a la honestidad es aun tocar o ver en otra persona, particularmente si es de distinto sexo, lo que Dios prohíbe mirar en uno mismo; por eso es muy indecoroso mirar el pecho de una mujer, y mucho más aún tocarlo; y tampoco está permitido mirarla fijamente a la cara.
También las mujeres deben cuidar de cubrirse con decencia todo el cuerpo, y velar el rostro, de acuerdo con el aviso de san Pablo, pues no está permitido que dejen ver de sí mismas lo que no es libre ni decente que los otros miren.
Cuando se está acostado hay que procurar mantener una postura tan decente y recatada que quienes se acerquen a la cama no puedan ver la forma del cuerpo; también hay que tener cuidado de no descubrirse de tal modo que se deje ver al desnudo parte alguna del cuerpo, o que no esté decorosamente cubierta.
Cuando se necesita orinar siempre hay que retirarse a algún lugar apartado; y respecto a cualquier otra necesidad natural que haya que satisfacer, la cortesía exige, incluso a los niños, que se atiendan sólo en lugares donde uno no pueda ser visto.
Es muy grosero dejar escapar ventosidades del cuerpo, ya por arriba, ya por abajo, cuando se está en compañía, incluso si se hiciera sin ningún ruido; es vergonzoso e indecente hacerlo de forma que los demás puedan oírlo.
No es educado hablar de las partes del cuerpo que siempre deben estar ocultas, ni de ciertas necesidades del cuerpo a las que la naturaleza ha sometido a los hombres, ni siquiera nombrarlas; y si alguna vez no se puede evitar con un enfermo o con una persona indispuesta, se debe hacer de forma tan digna que los términos que se usen no puedan ofender en nada la cortesía.
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