La ética y el código deontológico de la profesión. II
Las virtudes mínimas del Ceremonialista son: Cortesía, Veracidad, Paciencia, Justicia, Respeto, Humildad, Bondad, Comprensión, Prudencia, Fortaleza
Protocolo. Código deontológico y ética
Para lograr tarea tan difícil y tan pasmosa, el profesional del ceremonial deber revestirse y ejercer además otras virtudes.
A continuación, se propondrán algunas de ellas que sin dudarlo, serán el punto de apoyo para alcanzar la excelencia en la profesión que hemos abrazado.
Las virtudes mínimas del Ceremonialista
- Cortesía.
- Veracidad.
- Paciencia.
- Justicia.
- Respeto.
- Humildad.
- Bondad.
- Comprensión.
- Prudencia.
- Fortaleza.
La cortesía
Bien decían los sabios griegos que la virtud es el justo medio entre dos extremos: no quiere decir esto que debamos hacer de la cortesía una especie de comportamiento estándar o promedio, antes bien la cortesía deberá ser adecuada a cada circunstancia y persona.
Sin embargo, está claro que ser cortés no consiste de ninguna manera en ser zalamero o adulador. Tampoco seco, cortante o bien distante.
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La cortesía busca siempre una empatía con el otro. Es imposible ser cortés sin considerar al otro como una persona, ver en el interior del mismo, anticipar algo del mismo que nos permita comunicarnos.
En esta comunicación, seremos cuidadosos de utilizar llaves o convenciones que tengan en cuenta la cultura de donde proviene la persona destinataria del tratamiento.
Debe tenerse en cuenta, por otra parte, que la cortesía no existe solamente para ser ejercida con los superiores o los iguales. El sello del profesional virtuoso se encuentra justamente en el tratamiento a sus subordinados e inferiores.
La veracidad
¿Porqué ser veraz si a veces una mentira "piadosa" ayuda tanto a las relaciones sociales?
Este concepto tan arraigado es una de las mayores fuentes de equívocos y desacuerdos del mundo.
Los especialistas en resolución de conflictos, negociadores y mediadores recomiendan la veracidad como método infalible para producir resultados. Una de las máximas que utilizan es precisamente: "sea confiable, pero no confiado". Ser confiable exige la coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos.
Debido a que las personas no son veraces, existe gente tan bien entrenada que ya "descuenta" aquello que se ha dicho de falso por una errónea concepción de la hospitalidad, la cortesía o la diplomacia.
"Con la verdad no ofendo ni temo". "Sólo la verdad nos hace libres". Estas frases, verdades de a puño, no servirán para convencer a cualquier profesional para ejercer tal virtud sin realizar la siguiente aclaración: solamente es posible decir las verdades más dolorosas cuidando la forma.
Para ello solo es menester encontrar las palabras adecuadas y el momento oportuno.
Y llegar a hacer esto bien, es además de una virtud, el ejercicio de un arte incomparable.
En síntesis, para un profesional es preferible ser visto y valorado como un hombre veraz, (que en definitiva resulta ser la marca de nuestra integridad personal), aún a costa de pagar un precio por ello en lo inmediato, que recordado como aquel hombrecillo que solamente dijo lo que el poderoso de turno esperaba oír.
Paciencia
Decíamos recién que es necesario esperar el momento oportuno para ser veraz. ¿No es acaso esto el mejor ejemplo de un hombre paciente?
Ser paciente para un profesional significa sobre todo ser conciente del tiempo de que dispone en relación a la obtención de los objetivos fijados.
Ser paciente significa por otra parte, saber cuando ellos deberán ser pospuestos para otra oportunidad, y si habrá otra oportunidad.
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La paciencia sin embargo, no debería ser considerada como una virtud "fría", donde el profesional solo aquilata intelectualmente la relación entre objetivos y oportunidades.
La paciencia sobre todo significa saber acompasar el ritmo propio con el otro, de tal manera que solo los profesionales pacientes saben trabajar realmente en equipo, y no solo pretenden liderarlo para que todos marchen al son de su pandereta.
La paciencia, como ya se ha dicho de otras virtudes, vive de la empatía con el otro.
Justicia
Si la justicia consiste en darle a cada uno lo que le corresponde, el ceremonialista en el ejercicio de la hospitalidad es primordialmente un "justiciero".
Sin embargo, no siempre es posible practicar ese tipo de "justicia". Todos sabemos en nuestra profesión cuántas injusticias contemplamos, impotentes de intervenir.
Antes bien, muchas veces debemos tolerarlas, o peor aún, transigir en ellas.
Debe entenderse por ello que la virtud de la justicia para un profesional, va más allá de un hecho puntual y debe formar parte de nuestro código de conducta, de nuestro señorío personal. Solamente así la fama de la virtud nos precederá en la forma de un estilo de trabajo.
Por ello se dirá de tal o cual profesional: "que este fulano no es de los que admite cualquier cosa, no juguemos, puesto que él sí sabe trabajar".
Aquí es menester contestarse íntimamente esta pregunta: ¿qué perfil profesional utilizo y con qué modelo me identifico? ¿Con quién deseamos trabajar y para quien no?
Solamente teniendo en claro estas respuestas podremos ejercer acabadamente esta virtud.
Vale repetir aquí una frase ya hace mucho tiempo vista: "algún día, en algún lugar, te encontrarás contigo mismo; y solo de ti depende que esa sea la más hermosa o la más amarga de tus horas".
Respeto
Por lo antedicho, no podré verdaderamente respetar a los demás si no logro respetarme a mí mismo.
El respeto personal, no es aquel que se gana de un plumazo y ya está hecho. El respeto se gana día a día, como corresponde a una virtud, y a menudo su ejercicio debe ser pagado con un alto precio.
El respeto de sí mismo y de los demás está íntimamente relacionado con la virtud siguiente, esto es la humildad.
Humildad
La humildad consiste en contemplarse a uno mismo tal cual es, ni más ni menos. De allí para adelante es necesaria esta extraordinaria virtud para relacionarse con los demás y contemplarlos del mismo modo: tal cual son.
¡Qué difícil se hace diariamente aceptarse tal cual uno es! Muchos pensadores han propuesto ideas acerca de ello, pero resulta doloroso llevarlas a la práctica.
Si la virtud es un justo medio, la contemplación de sí mismo es quizás aquella actividad que nos conduce más fácilmente a los extremos: si me considero demasiado, voy camino a la soberbia. Si no aquilato lo que tengo o aquello de lo cual soy capaz, voy seguro por el camino de la envidia.
Doloroso o no, es necesario practicar la humildad a rajatabla. Como también es necesario contemplar humildemente las situaciones y personajes que nos propone el ejercicio de nuestra profesión.
Una última cuestión acerca de la humildad. Ella es absolutamente necesaria para poder realizar un aprendizaje. Se ha dicho que la experiencia y la historia es la gran maestra de vida. Sin embargo, muchos necios llegan a viejos sin haber aprendido nada. Que nuestra vida profesional no transcurra en vano, ya que la misma es como un cauce de agua que fluye sin que nadie pueda detenerlo.
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