
Empresa y Protocolo. La mejor inversión a largo plazo, la buena educación.
El protocolo no es un lujo, sino una necesidad.
La imagen de las empresas se ha convertido en algo tan global como el contexto en el que operan y en el que son observadas. Se componen de una multitud de detalles que el cliente o el mero observador tiende a integrar como un mosaico y, paradójicamente no hay nada más global que los pequeños detalles. Si de una buena parte de esos detalles se ocupan los manuales de comunicación interna o de identidad corporativa, no estaría demás que de otra buena parte de la comunicación, es decir, de la cortesía, 'el saber estar' y la buena educación se ocupase un manual de protocolo adaptado a la empresa. Al menos, así lo entiende José Luis Delgado, especialista universitario en esta disciplina.
"Te reciben como te presentas, te despiden como te comportas".
"El protocolo no es un lujo, sino una necesidad", por lo que seria conveniente que todas las empresas, independientemente de su tamaño, destinasen una buena parte de sus recursos en cuidar su imagen, aunque sólo sea porque, aún sin pretenderlo, las empresas siempre comunican. Y a la hora de acudir u organizar un acto, los buenos o malos modales de un miembro de la empresa se fundirán sin pretenderlo en la identidad de toda la organización.
Para ilustrar esa percepción positiva o negativa que dejamos en los demás a nuestro paso, Delgado, parafraseando a Quevedo, advierte: "Te reciben como te presentas, te despiden como te comportas".
Rango, sexo y edad o el arte de saber saludar.
Hay que tener presente que a la hora de saludar, las personas de mayor rango son las que tienen que tomar la iniciativa; después del rango prevalece la edad y el sexo. Las mujeres son las que inician el saludo y además son también las que delimitan el modo en que quieren ser saludadas: con la mano, el beso o el besamanos.
El aspecto externo de la corrección: belleza, limpieza y orden.
En cuanto a la indumentaria, lo cierto es que depende mucho de la imagen corporativa de la empresa. De hecho, las personas que trabajan, por ejemplo, en El Corte Inglés o en Zara no visten de la misma manera. En cambio, cuando se trata de grandes actos sociales en los que manda la etiqueta social para Delgado no hay más opciones que; el frac, el chaqué o el esmoquin.
Por otro lado, respecto a los requisitos que debe reunir todo acto organizado por la empresa, la belleza, la limpieza y el orden son los más importantes para garantizar el éxito de un evento. ¿Cómo medirlo? Si al día siguiente tiene repercusión mediática porque lo que no aparece en los medios, no existe.
La elegancia.
Etimológicamente, "elegancia" significa "elegir una determinada forma de ser y de comportarnos". En contra de lo que se pueda pensar, a elegir lo correcto o, lo que es lo mismo, a ser elegante también se aprende. La elegancia no es innata sino el resultado de un aprendizaje continuo aunque la influencia televisiva de cierto género de programas hace que la gente tenga un concepto disparatado de la elegancia. Sin embargo, el secreto de la elegancia no es sino la suma de los vértices de un triángulo: cultura, sensibilidad y educación. No podremos decir que una persona es elegante si no es culta, la elegancia insisto no consiste en saber llevar lo vestido. Si desde la infancia nos enseñan a apreciar lo estético a adquirir una cultura, con los años, sin duda, sabremos también como vestirnos, qué tono de voz emplear, etc.
El precursor, el Borgoñón.
El protocolo español actual es heredero del protocolo Borgoñón que estableció el emperador Carlos V cuando su hijo, el futuro Felipe II, tuvo que conocer los Estados de Borgoña en la actualidad los Países Bajos.
Desde entonces, ha ido evolucionando conforme al paso del tiempo pero, aún así, hoy continúan vigentes muchas de las normas que establecieron después los sucesores del emperador, por ejemplo, el modo y el orden en que se debe entrar a saludar a los Reyes en el salón del trono o el acto de presentación de las cartas credenciales de los nuevos embajadores ante el Rey son réplicas casi exactas de aquellos tiempos.
Las cinco reglas ineludibles.
1. La falta de educación por antonomasia, la impuntualidad, es decir, no respetar los tiempos que te han marcado ya sea por exceso o por defecto.
2. Dos faltas de educación terribles: hablar muy alto y reírse a carcajadas.
3. Una grosería habitual, ir en el coche y hurgarse los orificios nasales.
4. Fumar en los sitios donde está prohibido, inexcusable.
5. La regla de oro, la cortesía.
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