De las diferentes especies de reuniones. De los bailes.
Hombres y mujeres van a los bailes para bailar y disfrutar del baile, y las anfitriones invitan a sus amigos porque quieren que éstos se diviertan.
Manual de Buenas Costumbres y Modales. Urbanidad y Buenas Maneras.
1. Hubo un tiempo en que los bailes fueron algo exagerados y extravagantes en su arreglo y desenvolvimiento, y los salones de baile ofrecían el aspecto de templos de la antigua Grecia, con su festones y guirnaldas de flores. Se contrataban con anticipación orquestas especiales para toda la noche, y eran numerosos los platillos servidos. En pocas palabras, en muchas ocasiones los bailes eran más bien despilfarros y derroches de lujo, en los cuales todo se reducía a ostentar y provocar envidias ajenas, entrando la diversión en mínima parte, porque la crítica estaba siempre presente.
2. Tanto para los hombres como para las mujeres, estos bailes resultaban fastidiosos, a menos que prometieran la novedad de una "belle" que llenara el programa. En los tiempos en que la mazurka era popular y el vals se consideraba como un tanto cuanto atrevido, los jóvenes iban a los bailes a bailar y a verse bonitas, pero muchas veces únicamente lucían su belleza, porque se quedaban sentadas en las filas de sillas arrimadas a la pared, apretando sus ramilletes y deseando que cuanto antes se anunciara la cena.
3. Los bailes modernos no reconocen semejantes artificios. Hombres y mujeres van a los bailes para bailar y disfrutar del baile, y las anfitriones invitan a sus amigos porque quieren que éstos se diviertan, que no se originen fuertes gastos, y que sus amigos y conocidos se reúnan a pasar un rato agradable, mezclándose en alegre camaradería.
4. La sencillez es la nota sobresaliente de los bailes modernos. La anfitriona no necesita sino un buen piso para bailar, música y revestirse de una dichosa distinción, de buena voluntad para agasajar a sus invitados. Debemos decir, antes de seguir adelante, que el baile por sí mismo es una diversión indispensable. Cuando se sirven refrescos, éstos deben distinguirse por su sencillez. Las cenas espléndidas ya no se acostumbran sino en ocasiones especiales.
5. Para estar enteramente de acuerdo con el espíritu del baile, la sala debe estar adornada ligera y alegremente, con bastante espacio y bien ventilada. Nadie disfruta del baile en lugares cálidos y donde abundan las personas, de tal suerte que no se debe invitar mayor número de personas que las que quepan cómodamente.
6. No importa que el baile se efectúe en una gran sala o en un saloncito del que se hayan quitado los tapetes y los muebles, repetimos, no debe invitarse mayor número de personas que las que quepan cómodamente.
7. Las salas de baile deben lucir por todo adorno helechos y flores que no estorben al bailar. Cuando se trata de una fiesta especial, la anfitriona puede llevar los adornos al comedor, pero no recargar de flores ni otra clase de estorbos la sala de baile.
8. La música es muy interesante. No podemos esperar ver las parejas bailando alegremente con música triste y falta de alegría. Es la clase de música la que impone la marcha del baile, y la anfitriona inteligente le presta a aquélla mayor atención al adorno.
9. No se necesita orquesta a menos que se trate de un acto ceremonioso. En la mayoría de las veces, en estos casos, se contratan los servicios de dos orquestas, para que una toque mientras la otra descansa, de tal suerte que siempre haya parejas bailando. Pero, para los bailes comunes y corrientes, un piano y dos o tres instrumentos de cuerda bastan. Las piezas deben de arreglarlas de antemano la anfitriona, quien también se encarga de las piezas especiales que pidan los invitados.
10. Siempre que sea posible, deben colocarse los músicos en un templete, o plataforma rodeada de palmas. Sin embargo, esta condición no es indispensable. Todo lo que se necesita es colocar a los músicos en un lugar cómodo en donde los invitados no los molesten al bailar.
11. Se ha convertido el baile en algo tan sencillo y poco ceremonioso, que está ahora permitido que la anfitriona llame por teléfono a sus amistades, en lugar de enviarles invitaciones por escrito. Por supuesto, esto se hace en los casos de bailes democráticos, como los bailes con la música de la radio, que se están popularizando grandemente.
12. Cuando el programa de música de baile ha terminado en la radio, se sirven los refrescos, té o café con sandwiches, y acaso una ensalada. Se colocan las mesitas para jugar a las cartas, y se acomodan los invitados siguiendo las indicaciones de la anfitriona, o sus propias inclinaciones de acuerdo con las reglas de etiqueta. Hay varias clases de baile, a las cuales vamos a referirnos enseguida, someramente.
13. Los bailes blancos llevan este nombre, porque es costumbre organizarlos con el objeto de que únicamente bailen personas solteras, y porque todas las jovencitas van vestidas de blanco, mientras que los caballeros lucen su indumentaria negra con una flor blanca en el ojal. Por lo general, estos bailes son para despedir a un amigo que se va de viaje, o para hacer lo propio con una amiga que se va a casar, y los ofrecen las damas solteras a sus amistades que se hallan en el mismo estado civil que aquéllas.
14. Los bailes de fantasía, o de trajes de época, como también se les llama, se organizan, cuando menos, con tres semanas de anticipación, con el objeto de que los invitados tengan tiempo suficiente para preparar sus disfraces. Los bailes de esta clase tienen carácter ceremonioso.
15. Por desgracia, los bailes de máscaras ya no disfrutan en la actualidad del favor que se les dispensaba antaño, y ahora se celebran únicamente en los carnavales, entre personas desconocidas, dando esto origen a lamentables incidentes. Las personas prácticas arguyen que esta clase de diversiones no compensan los gastos y las molestias que originan. Sin embargo, es nuestra obligación hacer referencia, aunque sea someramente, a los bailes de fantasía.
16. En los bailes de disfraces, generalmente, se toca una marcha en el comedor a la hora de la cena, o en el banquete de media noche, según el caso. Los invitados deben permanecer con sus antifaces puestos hasta las doce de la noche, cuando se anuncia la cena, entrando entonces del brazo de sus parejas el comedor, todavía enmascarados, no revelando sus personalidades sino hasta que se sentaron a la mesa.
17. Es una descortesía presentarse a los bailes de disfraces con indumentaria común y corriente. Todos los concurrentes deben presentarse disfrazados, pero en ciertas ocasiones alguno de los invitados puede hacerlo de frac o smoking, teniendo cuidado de recabar previamente la autorización de la anfitriona. Por ejemplo, el médico que puede ser llamado a cualquier hora de la noche para atender a un enfermo, no podría aparecer vestido de fantasía en el lecho del dolor; ni puede esperarse que así lo hiciera.
18. El baile de presentación en sociedad de una hija, constituye uno de los mayores placeres que pueden propocionarse a los padres de la joven, porque no solo se encamina ésta en su nuevo mundo, y si no nuevo en toda la extensión de la palabra, cuando menos en un ambiente en que la señorita no está familiarizada. De todos modos, también se ofrecen momentos de solaz a nuestros amigos, y a los de la hija. Porque, rara es la persona a quien no le gusta el baile, cuando la música es buena y los invitados han sido escogidos cuidadosamente. Entonces, los bailes de presentación son un éxito.
19. El baile de presentación se puede verificar en la sala de la casa, pero cuando se piensa invitar numerosas personas, es preferible alquilar un local adecuado. En cualquier de los dos casos, la anfitriona debe estar constantemente a la puerta para recibir a sus invitados, acompañada de la joven casadera para irle presentando a ésta las personas que no conozaca. La señora de la casa pueden recurrir a los servicios de los amigos de confianza para que la ayuden, cuando menos durante la primera hora.
20. Es de muy mal tono que la anfitriona abandone su puesto para ponerse a bailar en esta clase de fiestas, y mientras aquélla recibe a los invitados, su esposo se encargará de atender los grupos de personas mayores que no bailan.
21. La joven que es presentada en sociedad no debe bailar más de una pieza con una sola persona, pero, asi mismo, no debe quedarse sentada una sola pieza, teniendo cuidado de ir a ayudar a su madre en los primeros intermedios.
22. Los bailes de rosas pueden considerarse como una derivación de los bailes de máscaras, porque las damas tienen la obligación de llevar vestidos color de rosa, mientras que los caballeros llevan esta flor encarnada en la solapa. Los bailes rosas son antítesis de los bailes blancos, porque únicamente se invita a aquellos matrimonios, o las personas próximas a casarse.
23. Los bailes con banquete necesitan dos juegos de invitaciones: una para quienes son invitados a bailar y a cenar, y otro para los que son invitados únicamente al baile. Quienes reciban las invitaciones deben contestarlas inmediatamente, para que la anfitriona sepa con anticipación cuantas personas se sentarán a la mesa. La diferencia de estos bailes, y los comunes y corrientes, consiste en que son más ceremoniosos, y en que los invitados se reúnen a la mesa a la hora de la cena.
24. En algunas ocasiones, cuando la anfitriona no quiere hacer distingos entre sus invitados, y no puede atender más de seis u ocho personas a la mesa, opta por el "buffet", al que se pueden convidar quince o veinte amigos, o más, de acuerdo con las condiciones de la casa.
25. El "buffet" puede abrirse en cualquier momento, pero lo más indicado es hacerlo a las dos horas de iniciado el baile, y toca a los dueños de la casa hacerlo saber así e indicar la habitación en la que se encuentran los alimentos y golosinas. No es necesario andarlo diciendo a cada invitado. Basta con formar un grupo, y a éste lo seguirán los demás concurrentes a la fiesta.
26. Ya pasaron los tiempos en que muchas mujeres en los bailes "comían pavo", lo mismo que ya no se acostumbran las rodrigonas, ni las solteronas, porque rara es la mujer que ahora no se casa. Esas pobres abandonadas de antaño, se han convertido en la actualidad en jugadoras de tenis, en estrellas del bridge y en competidoras de los hombres en muchas actividades de la vida.
27. Por lo general, ahora encontramos en los salones de baile únicamente a quienes les agrada bailar y encuentran placer divirtiéndose así. La joven alegre, simpática, compuesta, buena bailarina y al mismo tiempo pudorosa, no tiene dificultades para encontrar compañeros de baile, pero debe arreglarse para estar bonita, porque a los hombres nos gusta pavonearnos cuando vamos con una mujer bella,
28. La nueva concepción es ir a los bailes en grupos, las muchachas, y permanecer unidas hasta que tengan compañeros. Las anfitrionas ya no acostumbran a arreglar las sillas en hileras, sino colocarlas en grupos para que los invitados puedan reunirse sin hacerse notable ninguno de ellos.
29. Se evita que una joven aparezca solitaria, cuando procura reunirse con algún grupo que esté conversando, aunque casi nunca se queda sin compañero la joven agradable, vivaz, alegre, bien arreglada, grata en sus modales y sobre todo conocedora de sus obligaciones sociales.
30. No es un prudente que una señorita conceda todas o casi todas las piezas de una noche a un solo caballero, pues además de las suspicacias que despiertan, se da a entender a los demás hombres presentes que se les desprecia. Tampoco los esposos deben monopolizarse mutuamente, pero si tienen ambos derechos a conceder y pedir piezas a las personas de su simpatía y amistad, prefiriéndolas a las demás. Tampoco está bien visto que una joven se le quede mirando fijamente a un caballero, como si le invitara mudamente a que la saque a bailar.
31. En los grandes bailes se acostumbra a anotar en el carnet de las damas las piezas que se conceden, pero a veces ocurre que el interesado no puede llegar a tiempo porque no se lo permite la demasiada concurrencia. En este caso, la señora debe esperar la llegada de aquél, porque si se apresura a bailar con otro caballero, no solo desmerecería en su prestigio y buen nombre, sino que le haría un marcado desaire al que había preferido primero.
32. En los bailes pequeños, en donde la anfitriona conoce a todos los invitados, aquélla tiene la obligación de hacer las presentaciones de rigor, pero en los grandes bailes esto sería imposible. En semejante caso, los invitados deben arreglar sus propios asuntos, y hacer las presentaciones necesarias entre ellos mismos.
33. El caballero y la dama que llegan juntos a un baile, se acompañan en la primera pieza, bailando en lo sucesivo con quienes crean conveniente, pero el hombre debe tener cuidado que su compañera no se quede sentada, acudiendo a atenderla en los intervalos, y conduciéndola a la mesa cuando hay cena o "buffet". Ningún hombre verdaderamente educado lleva a una mujer a un baile para dejarla abandonada.
34. Cuando la música deja de tocar, los caballeros tienen la obligación de acompañar a sus parejas hasta sus asientos, después de darles las gracias, que las señoras contestarán con una sonrisa y una ligera inclinación de cabeza.
35. Las nuevas normas sociales exigen que los jóvenes de ambos sexos sean naturales y sinceros, lo mismo en las salas de baile, que en cualesquiera otros lugares, desponjándose por completo del manto de afectación que ocultan sus verdaderas personalidades. Por medio de la naturalidad y la sencillez, se evitan muchas situaciones embarazosas.
36. Por ejemplo, cuando una jovencita no quiere seguir bailando con quien se muestra atrevido e incosecuente, le dirá a su compañero que le lleve al lado de una amiga, y en caso de no tenerla cerca, simulará que se le ha roto el vestido, entrando al tocador para damas, de donde saldrá para unirse con sus amigas, no volviendo en toda la fiesta a dirigirle la palabra al atrevido.
37. Cuando una dama es invitada a bailar por un caballero que no le ha sido presentado previamente, o que no le simpatiza, puede negarse a aceptar disculpándose cortesmente, aduciendo fatiga, malestar u otra causa momentánea de indisposición. Pero hay que tener cuidado de no herir los sentimientos del desconocido o antipático, y la señora está obligada a dejar de bailar una pieza o dos antes de aceptar otra invitación.
38. Aunque la moda de "interrumpir" aparezca brusca y llega a irritar a quienes están bailando, ya se ha hecho una costumbre que se acepta en sociedad. Mientras toca la música, un caballero puede pedir a una joven que esté bailando con otro hombre, que le permita terminar la pieza con aquél. La joven puede aceptar, o bien negarse cortesmente diciendo: "En la próxima vuelta". Por supuesto, este privilegio de interrumpir se vuelve odioso y desconsiderado cuando se abusa y se interrumpe a cada momento.
39. Los invitados tienen la obligación de sacar a bailar cuando menos una vez cada quien a la dueña de la casa, y si la anfitriona no está en posibilidad de hacerlo, a una de sus hijas.
40. Finalmente, debemos recordar a que a lo bailes no se va a aprender, y que no se debe bailar cuando no se sabe hacerlo bien, porque las cualidades que deben privar en esta clase de fiestas son la sencillez, el donaire, la soltura y la facilidad para bailar. Y quienes no saben bailar, si saben dar pisotones.
41. Cuando se invita para un baile, debe tenerse un cuidado especialísimo de que, entre las personas que estén en capacidad de bailar, no haya de encontrarse un mayor número de señoras que de caballeros. Y como puede suceder que las excusas, o cualesquiera otros accidentes que no puedan preverse, vengan a producir este resultado, deberá invitarse siempre mayor número de caballeros que de señoras.
42. A la señora y al señor de la casa no les es lícito bailar sino por un corto rato, y sólo por vía de obsequio a alguna persona respetable; bien que nunca ambos a un mismo tiempo, pues entonces quedaría la reunión enteramente privada de sus atenciones, las cuales no deben sufrir interrupción alguna.
43. En los intermedios del baile, los dueños de la casa harán circular entre las señoras, por medio de sus sirvientes, aquellos refrescos que hayan preparado para obsequiarlas durante el tiempo que precede a la cena: y en el primer intermedio, instarán a los caballeros a tomarlos por sí mismos en todo el curso de la reunión, indicándoles desde luego la pieza en donde se hallan.
44. Las personas que sin poseer la disposición y los conocimientos necesarios toman parte en el baile, no hacen otra cosa que servir de embarazo y de incomodidad a los bailadores realmente hábiles, desordenar y deslucir los bailes, y deslucirse completamente ellas mismas. En esto se cometen a un mismo tiempo varias faltas graves: se molesta a los bailadores, estorbándoles y embrollándoles sus mudanzas, y poniéndolos en el caso de dar lecciones de baile en ocasión en que sólo quieren divertirse; se ofende a los dueños de la casa tomando por un entretenimiento frívolo y propio para aprender y ensayarse, lo que ellos han querido sin duda revestir de seriedad y elegancia; y se manifiesta poco respeto y aún desprecio a la concurrencia entera, pues de otro modo no se concibe que una persona pueda resolverse a presentarse a bailar ante ella, sin haber tomado las necesarias e indispensables lecciones, sin conocer las reglas del baile, sin saber, en suma, lo que va a hacer.
45. No es lícito a un caballero invitar a bailar a una señora con quien no tenga amistad; a menos que al efecto se haga presentar ocasionalmente a ella, en la forma que quedó establecida en párrafos anteriores.
46. El agruparse varios caballeros a invitar a bailar a una señora con afanoso empeño, deteniéndose prolijamente a distribuirse las diferentes piezas que la señora ha de bailar, ofende a las demás señoras que observan una tan marcada muestra de preferencia que las deprime ante sí mismas y ante los demás, y de que por tanto no dan jamás ejemplo los caballeros de buena educación, los cuales ostentan siempre aquella noble galantería que en sociedad concede iguales derechos a todas las señoras. Y es de notarse que este acto, así como cualquiera otro que pueda ser mortificante, no ya a una señora, sino a cualquier caballero, compromete la responsabilidad de los dueños de la casa, cuya invitación se acepta siempre bajo la implícita condición de que en ella no habrá de experimentarse ningún género de desagrado.
47. Cuando una señora no acepte la invitación de un caballero para bailar, manifestándole que no está dispuesta a tomar parte en el baile, se abstendrá de hacerlo en todo el curso de la reunión, pues de lo contrario sería una muestra de descortesía, enteramente ajena del carácter amable y eminentemente inofensivo que debe distinguir siempre al bello sexo. Y si la causa de su negativa llega a desaparecer en el curso de la reunión y se siente luego dispuesta a bailar, no lo hará sin hacer llamar a aquel caballero y ofrecerle su aceptación, hecho lo cual, y aunque a él no le sea dable, aprovecharse de este ofrecimiento por tener ya otros compromisos, podrá ya libremente tomar parte en el baile con cualquier otro caballero.
48. Un caballero no puede ceder a otro la señora que ha aceptado su invitación para bailar, o con quien se encuentra ya bailando. Este acto sólo sería inofensivo y admisible, por vía de obsequio a un sujeto muy respetable, que se quedase sin tomar parte en el baile por estar ya comprometidas todas las señoras; más siempre con previo consentimiento de aquélla, y sin conocimiento anterior de la persona a quien se pretendiese hacer semejante obsequio. Sería muy impropio, y aún ofensivo a una señora, el pedir a su caballero se la cediese para bailar con ella.
49. Es notable descortesía en un caballero el bailar consecutivamente, cuando el número de caballeros que se encuentran en la reunión excede visiblemente al de las señoras, y han de quedar, por lo tanto, algunos de aquéllos sin tomar parte en el baile.
50. Las personas con quienes ha debido contarse y en efecto se ha contado para bailar, no deben dejar de hacerlo sino por motivos evidentemente justificados; pues la inacción de los bailadores debilita siempre en tales casos la animación y el contento de la reunión y no debe olvidarse nunca que a los festines no se va únicamente a satisfacer los propios gustos y caprichos.
51. Cuando un caballero sea instado a invitar a una señora a bailar, deberá prestarse gustosamente a ello, aún cuando la señora no sea de su agrado para el objeto; pues toda muestra de repugnancia, sería estimada como una falta de consideración a la misma señora y a los dueños de la casa.
52. Los caballeros de fina educación ceden siempre en el baile espontánea y gustosamente los puestos más preferentes, a aquellos a quienes la edad u otras circunstancias dan derecho a esta muestra de consideración y respeto. Nada hay más repugnante ni que dé una idea más triste de la educación de un joven, que el verle en estos actos sobreponiéndose a los sujetos que le son superiores. Sin embargo, la pareja en que se encuentra una señora muy respetable, deberá siempre tener la preferencia sobre otra pareja cuya señora sea de menor respetabilidad, sea cual fuere la edad y la categoría de su caballero.
53. Por regla general, siempre que antes de principiar a bailar se presente una pareja en que se encuentre la señora o el señor de la casa, deberá cedérsele por todos el puesto más privilegiado.
54. Los caballeros ofrecerán siempre el brazo a sus parejas, al levantarse éstas de sus asientos para dirigirse al lugar del baile, lo mismo que cuando se retiren después a sentarse de nuevo.
55. Jamás podrán ser excesivos el respeto, la delicadeza y el decoro con que un caballero trate a una señora en el acto de bailar.
56. Apenas se concibe que haya padres y madres de familia que consientan que sus hijas, cuya inocencia deben proteger y defender con esmerado empeño, sin que para ello los detenga ninguna especie de consideración, se sometan en el baile a ciertas modas que no contemplan lo bastante el pudor de la mujer, y que suelen invadir de cuando en cuando la sociedad para viciarla y corromperla.
El imperio de la moda, ya lo hemos dicho, pierde toda legitimidad, todo derecho, todo dominio en los círculos de personas verdaderamente bien educadas, desde el momento en que de alguna manera ofende la moral y las buenas costumbres; y un padre, una madre, un esposo, un hermano, un pariente cualquiera de una señora, están plenamente autorizados para retirarla del baile y hacerla tomar asiento, cuando no la vean tratada con la extremada delicadeza que le es debida; sin que al sujeto que la acompañe le quede otro partido que sufrir en silencio su bien merecido sonrojo, y aprender para lo futuro a conducirse dignamente en sociedad.
57. Al tomar asiento una señora que acaba de bailar, el caballero le dará las gracias por el honor que ha recibido, y le hará una cortesía antes de retirarse, limitándose la señora a corresponderle con una ligera inclinación de cabeza.
58. Desde que los dueños de la casa han instado a algunos caballeros a tomar de los refrescos de que se habla en párrafos anteriores, ya cualquiera de los demás puede pasar a tomarlos.
59. En los intermedios del baile, cada caballero obsequiará a la señora con quien acabe de bailar, ofreciéndole alguno de los refrescos indicados en el párrafo anterior.
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