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Ellas también quieren ser Nobles. Sucesión de títulos nobiliarios a las mujeres

Su misión "feminista" parecía imposible tras una sentencia del alto tribunal español de julio de 1997 que, contradiciendo su propia doctrina de dos años antes

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Las mujeres y la sucesión de los títulos nobiliarios
Usar título nobiliario. Las mujeres y la sucesión de los títulos nobiliarios

Las mujeres y la sucesión de los títulos nobiliarios

CARMEN O'NEILL. La actual marquesa de Valdeosera ha llegado hasta Estrasburgo para reclamar los marquesados del Norte y de Villaverde de san Isidro, hoy en poder de su hermano.

Las nobles, o algunas nobles, se rebelan

Su misión "feminista" parecía imposible tras una sentencia del alto tribunal español de julio de 1997 que, contradiciendo su propia doctrina de dos años antes y en contra también de otras resoluciones de tribunales españoles, entre ellos el Supremo, regresó a su viejo criterio preconstitucional: dar preferencia al varón sobre la mujer a la hora de heredar un título nobiliario.

"Las mujeres a la cocina", se gritó en la plaza de toros de la Maestranza de Sevilla días después de que el Constitucional declarara que la preferencia del varón sobre la mujer en la sucesión nobiliaria no era contraria a la igualdad ante la ley que proclama la Constitución. "Mueran las mujeres", fue el grito escuchado en una reunión privada de varones feudales aristocráticos para celebrar la decisión, según asegura Isabel Hoyos, marquesa de Isasi. Pero la guerra que hombres y mujeres mantenían dentro de sus propias familias había comenzado unos años antes. Fue en 1986, cuando Margarita Pérez de Seoane se convirtió en la primera mujer que disputaba a un varón un título nobiliario. Diez años más tarde, el 28 de octubre de 1996, su abogado, Carlos Texidor, la telefoneaba urgentemente para decirle: "Margarita, ya eres duquesa de Pinohermoso y condesa de Villaleal. La ministra de Justicia ha firmado la orden para que se expidan ambas cartas a tu favor y se cancelen las de tu sobrino". Éste, Carlos Pérez de Seoane, hijo de su hermano menor, Manuel, recordó entonces que "tan discriminatoria es la preferencia del varón como que unos ciudadanos sean marqueses o duques".

"Fue una sentencia justa de los altos tribunales", se limita a comentar hoy la ya marquesa de Pinohermoso, consciente de que su iniciativa había caído como un bombazo entre la nobleza. La acusaron de destrozar familias e incluso de dinamitar la institución. Pero su ejemplo fue seguido rápidamente por numerosas damas.

Consuelo Fernández de Córdoba fue una de ellas. Once años lleva esta mujer luchando para poder disfrutar de los marquesados de Zugasti y Montalvo, hoy en poder de su hermano menor, Joaquín. Ella es una de las cuatro que, junto con Pilar de la Cierva, Carmen O'Neill Castrillo y María Luisa Roca Fernández, han acabado con sus reivindicaciones ante el Tribunal de Estrasburgo.

Después de ver cómo los distintos tribunales por los que ha ido pasando su caso le daban la razón, sus esperanzas se truncaron con la sentencia del Constitucional de julio del 97. Meses más tarde, en diciembre, el Tribunal Supremo dictaba de una tacada 11 sentencias que daban la preferencia al varón sobre la mujer. Entre ellas se encontraba la suya.

"Me resultó ofensivo, pero cuando comencé la lucha sabía que iba para largo y que sería dura", confiesa esta mujer afincada en Sevilla, que reconoce con tristeza cómo la relación con su hermano ya no existe. "Estos privilegios deberían humillar también al hombre. Los símbolos, aunque parezca que no, son importantes. Y para mí poder llevar los títulos de mi padre es un honor", añade.

Consciente de que puede perder la batalla legal, le irrita sobremanera que, incluso, sean las propias mujeres las que en muchas ocasiones están a favor de la prevalencia del varón. "Antes de que lo gane una mujer, prefiero que no sea para nadie", cuenta que le dijo una señora de Sevilla cuando ganó su caso en primera y segunda instancia en la Audiencia sevillana, hace ya unos cuantos años.

Orgullosa por sentirse partícipe de una lucha que evite que la mujer quede relegada -"en España una mujer puede ser de todo menos marquesa, a no ser que se cambie de sexo", recuerda con ironía Carlos Texidor-, está fascinada por la reacción de la ex ministra de Agricultura, Loyola de Palacio, cuando hace 15 días renunció a la condecoración con la que el Gobierno pretendía agradecerle sus servicios como ministra. "Que cambien el decreto o que les pongan lazos a ellos", respondió de forma contundente la hoy candidata del PP al Parlamento Europeo cuando supo que mientras los ex ministros reciben la Gran Cruz de la Real y Distinguida Orden de Carlos III, las mujeres que dejan el Gobierno son obsequiadas con una banda y un lazo de la misma orden.

El hecho de que el Gobierno haya pedido una prórroga de un mes -debería haber contestado antes del 29 de mayo- para responder a la solicitud del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo es una buena señal para Carlos Texidor, el abogado que más casos de este tipo lleva en España. Que son muchos, ya que se calcula que la polémica sentencia del Constitucional afecta a más de 600 familias de la aristocracia de entre las más de 2.000 que tienen un título nobiliario.

CONSUELO FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA. Ha llegado hasta Estrasburgo para poder disfrutar de los marquesados de Zugasti y Montalvo, en poder de su hermano.

"Confiemos en que se decante por la igualdad. Dará una respuesta favorable a las mujeres porque no es machista. Su respuesta, sin ser vinculante, sí que es importante. De todas formas, se trata de un proceso muy complejo y no sabemos cuánto se puede prolongar. Dependerá mucho de la actitud que tome el Gobierno español en este asunto", subraya Texidor.

Años y años de lucha con enfrentamientos familiares por unos títulos que no generan derechos ni beneficios económicos especiales -aunque hay casos como en el ducado de Medinaceli, uno de los de mayor solera en la nobleza española y el de mayor rango entre los cuarenta y tantos que posee la familia, que va unido a la fundación Medinaceli y al magnífico palacio sevillano de Casa Pilatos- y que, sin embargo, sí tributan a Hacienda. "¿Por qué los reclamamos entonces?, se preguntarán muchos", reconoce Consuelo Fernández de Córdoba.

El orgullo de llevar los títulos del padre y la felicidad que transmite el saber que pasarán a los hijos son las razones que esgrimen las demandantes. Sin embargo, hay mucho más. "Son la memoria histórica de España. Es la máxima distinción que da el Estado por agradecimiento a los servicios prestados. Siguen siendo la mayor de las recompensas a las que se puede aspirar. Ni se compran ni se venden. O los heredas o te los mereces", añade Texidor, indignado por que el Constitucional utilizara en sus argumentos para relegar a la mujer el hecho de considerarlos "irrelevantes".

Y no lo deben ser tanto cuando el propio Rey ha concedido más de 20 nuevos títulos en lo que lleva de reinado. Entre ellos, los otorgados a Juan Antonio Samaranch, Joaquín Rodrigo, Marañón, Sabino Fernández Campos, Dalí, Andrés Segovia, Camilo José Cela, Adolfo Suárez o Alfonso Escámez, el que fuera presidente del Banco Central. Y si Severo Ochoa lo rechazó por ser republicano, otros como Severiano Ballesteros o Miguel Induráin han estado a punto de engrosar la exclusiva lista de nobles.

La actual marquesa de Valdeosera, Carmen O'Neill Castrillo, lleva litigando más de nueve años para que se le reconozca el derecho de poder utilizar también los títulos de marquesado del Norte y de Villaverde de San Isidro. Madrileña de nacimiento, con sangre irlandesa en sus venas y raíces muy profundas en Sevilla, esta mujer es de las que han decidido recurrir a los tribunales europeos para conseguir lo que considera justo: "Poder disfrutar de los títulos, uno por parte de mi madre y el otro de mi padre, que en estos momentos ostenta mi hermano, siendo menor que yo". Dice tener fe ciega en la justicia y que no le importa lo que puedan pensar de ella. Sus armas no son diferentes a las del resto de féminas que reclaman sus derechos: el artículo 14 de la Constitución española, que habla de la igualdad de sexos, y la Convención de Nueva York, firmada por España en 1983, y que rechaza también cualquier discriminación por cuestión de sexo.

El cansancio por tantos años de lucha sí que ha hecho mella, sin embargo, en otras demandantes como Natalia Figueroa. Tras ganar en primera y segunda instancia en la Audiencia de Madrid su derecho al título de marquesa de Santo Floro, la sentencia del Constitucional "barría toda posibilidad para la mujer. De un plumazo, se acababa todo", según sus propias palabras. Su abogado le aconsejó no seguir adelante y es hoy su hermano menor, Agustín, quien disfruta de tal distinción. "Es miserable que se haya obligado a los hermanos a pelearse, a pleitear", concluye la mujer del cantante Raphael y tía de Marta Chávarri, cansada ya de diez años de juicios y más juicios.

Quien no sabe aún si continuará o no con la lucha es María Carrión, enfrentada a su primo por el título de marquesa de Tabalosos. Su caso aún no ha salido de las paredes de la Audiencia de Madrid y, por tanto, no sabe cómo terminará todo. Reconoce que hace seis años se animó a presentar la demanda por seguir el ejemplo de otras mujeres en situación parecida a la suya y que la decisión del Constitucional la dejó perpleja: "Es una injusticia que esto ocurra a las puertas del siglo XXI".

Pero no siempre las propias interesadas están por la labor de ir a juicio. En el alboroto creado, incluso la que está considerada enfant terrible de la nobleza española por sus ideas comunistas, Isabel Álvarez de Toledo, duquesa de Medina Sidonia, se ha mostrado partidaria de que en la sucesión nobiliaria las cosas sigan siendo como hasta ahora.

No están todas las que son, pero sí son todas las que están. Así, Simoneta Gómez-Acebo, primogénita de los duques de Badajoz y sobrina del Rey, podría haber peleado con su hermano Juan el vizcondado de La Torre. O Carmen Martínez-Bordiú luchar por el ducado de Franco y el marquesado de Villaverde, títulos con los que podría ennoblecer a su hijo, Luis Alfonso de Borbón, heredero del ducado de Anjou, y que carece de dignidad nobiliaria a pesar de ser bisnieto de Alfonso XIII.

Pero muchas veces ha sido el sentido común de la familia el que ha evitado los enfrentamientos fratricidas distribuyendo bien los títulos entre los distintos hijos. En este sentido, la Casa de Alba puede servir de ejemplo. La pequeña, Eugenia, disfruta del ducado de Montoro, con Grandeza de España. El mismo título con el que se casó su madre Cayetana, la actual duquesa de Alba.

Y la otra cara de la moneda. "Es una vergüenza para la familia", argumentaba Luis Arrizabalaga cuando Pilar, su hermana, pleiteaba por el título de marquesa de Oroquieta.

 

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