
El título de Emperador. Significado. Origen. Historia.
Título de mayor dignidad dado a ciertos soberanos. Antiguamente se daba a los que tenían por vasallos a otros reyes o grandes príncipes
foto base Museo del Prado
El título de Emperador. Su origen, su historia y su significado
Según el Diccionario de la Real Academia Española -R.A.E.-, la definición de Emperador (entre otras acepciones) es:
1. Título de mayor dignidad dado a ciertos soberanos. Antiguamente se daba a los que tenían por vasallos a otros reyes o grandes príncipes. El emperador Alfonso VII. El emperador de Alemania, de Austria, de Rusia.
2. Título de dignidad dado al jefe supremo del antiguo Imperio romano, y que originariamente se confería por aclamación del Ejército o decreto del Senado.
En tratamiento que se les da a sus poseedores es el de Su Majestad Imperial, S.M.I. Aunque en otros libros de historia y protocolo, también se admite el tratamiento de Su Alteza Real e Imperial, S.R. e I.
El origen y la historia del título de Emperador
Sus orígenes, según los libros de historia consultados son diversos. En un principio, parece ser que eran los soldados, los que podían dar por aclamación al general el título de "IMPERATOR", que era un título honorífico que reconocía sus virtudes en el mando. Augusto retuvo este título para sí, para evitar que ningún otro general lo obtuviera, a partir de entonces fue el título que más utilizó, de ahí que le conozcamos como el primer "emperador" de Roma. En realidad, imperator o emperador es un título militar como "caudillo" y otros equivalentes.
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Otras partes de la historia citan a Octavio, tras el asesinato de Julio César, se quedó con el título de "Cesar Imperator" y se concedió uno nuevo, "Augustus" (que viene a significar "afortunado"), y al recibir en el año 23 del Senado el "Imperium Maius" (algo así como el "Imperio Supremo") empezó a tomarse el título de «Emperador» como equivalente al de soberano de todas las tierras dominadas, y el apelativo «Imperio» como definitorio de las susodichas comarcas con sus ciudades y habitantes.
El título de Emperador fue evolucionando, y durante algún tiempo, César, Augusto y Emperador fueron considerados títulos similares hasta la llegada de la Tetrarquía de Diocleciano, en la que hubo simultáneamente dos Augustos y dos Césares, ayudantes de los primeros, pero todos ellos con el título imperial.
Tras la muerte de Augusto el concepto de Emperador adquirió un nuevo matiz al ser nombrado el difunto nada menos que Dios Olímpico. Con posterioridad, los sucesivos césares, como Calígula y Nerón, no quisieron esperar a la muerte, y ellos mismos se nombraron dioses. De ahí vino la noción de los emperadores como seres divinos o relacionados con la divinidad, que se extendería más allá de la duración del Imperio Romano. El poder del cristianismo en aquel momento hizo que los emperadores fueran coronados por los Pontífices cristianos (el título de Sumo Pontífice es igualmente de origen romano clásico y muy anterior al cristianismo, aplicándose a la máxima autoridad religiosa de la época), considerándose a unos y a otros como sumos detentadores de los poderes seculares y religiosos, respectivamente, cuya alianza garantizaba la seguridad del mundo civilizado.
El título de Emperador, en un principio no tenía carácter hereditario, sino que tenía carácter personal y vitalicio, nada más. Sin embargo, tras la batalla de Muhlberg (1547, la Liga de Esmalkalda sufrió una severa derrota), empezó a pensar que desligar los bloques podía ser arriesgado y surgió la posibilidad de hacer hereditaria la dignidad imperial (Título de Emperador).
El emperador decidió que el heredero fuera su hijo Felipe, un príncipe español, que para Alemania era un extranjero. Después de esta batalla la autoridad de Carlos en Alemania era más fuerte, por lo que Carlos pensó en la posibilidad de que su hijo Felipe le sucediera en el Imperio, a pesar de que ya estaba designado su hermano Fernando. Esto sirvió para enfrentar a las dos ramas de los Habsburgo.
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El título pasó por diversos procesos y avatares a lo largo de la historia, con ejemplos realmente duros, e incluso crueles (como un autoproclamado Emperador en África de nuestra historia reciente, que hizo verdaderas barbaridades), pero no podemos relatar la historia de todos los Emperadores de la historia. Solamente decir, que en España no existe este título entre los establecidos en nuestra legislación nobiliaria.
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