K. A modo de conclusión. Del heterecontrol al autocontrol. II.
La civilización del comportamiento y la emocionalidad.
Civilizarse es, según el código de la civilización, autocontrolarse, autorregularse y gobernarse conductual y emocionalmente. Es esto lo que se demanda de los individuos. Cuando las condiciones sociales reconocen niveles progresivos de igualdad, complejidad e interdependencia y cuando es preciso ajustar actos y emociones a un número mayor de contactos interpersonales se requiere del individuo una capacidad de autorregulación personal que haga posible esos mismos contactos. Si antes era el respeto a lo que socialmente es el otro el argumento legitimador de las coacciones sobre la persona, ahora ese mismo argumento -enraizado en la lógica estamental de la natural desigualdad cualitativa- tiende a desactivarse: en condiciones de creciente interdependencia se multiplican los contactos entre individuos que teóricamente son iguales entre sí y a los que les es igualmente necesario saber cómo regular su conducta y sus afectos.
Si el ámbito del heterocontrol hace de la conducta y la emocionalidad depuradas un atributo especialmente relevante al grupo social nobiliario, ahora el autocontrol se torna universal y por ello generalizable a todos los estratos sociales. La universalización del autocontrol implica que los estratos populares -tradicionalmente excluidos como depositarios de comportamientos y emocionalidad no depurados, amén de colectivo utilizado como motivo de contraste y distinción para quien se dice civilizado atribuyéndole rasgos de "barbarismo" o "incivilización"- también asuman la preceptiva del mismo a través de la escuela como agencia civilizatoria. Esta universalización es promovida por la burguesía mediante argumentos que se entienden universalizables dado su carácter racional y científico. Destaca en este aspecto el argumento higiénico, basado en el carácter nocivo de gérmenes y bacterias que minan la salud de las personas. El comportamiento debe atender a prescripciones médicas sobre la higiene a fin de evitar infecciones y enfermedades.
La universalización del ideal civilizatorio, al tiempo, va a suponer que se integren en el patrón de conducta y emocionalidad civilizadas elementos propios de estos estratos populares, tradicionalmente distinguidos por un nivel inferior de autocontrol individual. La incorporación de estos elementos posibilitan que ese patrón de conducta y emocionalidad contemple comportamientos y emociones informales y que el individuo alterne, mediando un control reflexivo, entre la espontaneidad y la contención. Esa alternancia es posible a través de la reflexividad pudiendo desde este momento accederse a una suerte de "descontrol autocontrolado". Reflexivamente se es responsable de uno mismo y de la propia regulación personal: éste es el meollo del código de la civilización reflexiva cuya base social es el contexto definido por el neoprudencialismo que, formando parte de la racionalidad política neoliberal, insiste en el imperativo de que cada cual provea para sí las condiciones materiales y psíquicas que garanticen un futuro de seguridad vital.
La civilización es hoy un hecho reflexivo que atañe más a la psique de la persona que a su dimensión física. Y es que la dimensión física y gestual ya no es la prioridad desde el mismo instante en que el código de la civilización hacía de toda la población su objeto de aplicación. Una vez que la totalidad de los individuos conocen los rudimentos básicos de lo que es una conducta civilizada cabe esperar que ese conocimiento no desaparezca: cuando todos sabemos comer, vestirnos, saludar o dar salida adecuada a nuestras necesidades fisiológicas de forma civilizada cabe esperar que estos hábitos nos acompañen el resto de nuestras vidas. Cuando gestualmente estamos civilizados, cuando se ha alcanzado ese estadio "definitivo" de civilización, cabe suponerlo como un estadio de no retorno. Y es ahí donde se abren nuevas vías civilizatorias, ahora centradas en la psique y la subjetividad del individuo. Al contrario de lo que sostenía Elias, el código de la civilización reflexiva muestra cómo la conciencia se vuelve permeable a los impulsos y a su vez los impulsos permeables a la conciencia. Así pues, en este balance se mueven nuestros actos y nuestra emocionalidad.
Por ello, y pese a que encuadro el código de la civilización reflexiva en el ámbito del autocontrol, se hace necesario un grado mayor de precisión. El autocontrol que preconiza la civilización reflexiva no es tanto control en el sentido de represión de impulsos, instintos o pulsiones sino control en el sentido de autoadministración. Según esto, de lo que se trataría es de gobernar la emocionalidad -la psique en definitiva- con arreglo a patrones que cada cual individualmente establezca para sí. La administración de la psique es un ejercicio puramente personal que en ocasiones incluirá la expresión de emociones y pulsiones y en otras contemplará su no-manifestación. No hablo, pues, de anularlas o reprimirlas sino de activarlas selectivamente en virtud de procesos reflexivos. El código de la civilización reflexiva no es estrictamente una profundización en el autocontrol del código de la civilización; no es una versión más aguda y férrea del mismo. Ni siquiera se ajusta a la idea eliasiana de la "anestesia de los impulsos" (Elias, 1987: 460) como consecuencia definitiva del proceso civilizatorio. Desde la óptica de la civilización reflexiva tal anestesia no llega a producirse puesto que no se contempla en modo alguno como propósito deseable. Al contrario, la clave estriba en habilitar una salida selectiva a tales impulsos con arreglo a lo que reflexivamente dictamina el individuo.
Valgan como síntesis de todo lo aquí que se ha expuesto los dos siguientes cuadros-resumen con los contenidos principales de cada uno de los códigos que se encuadran tanto en el ámbito del heterocontrol como en el del autocontrol. Recupero para ello el formato de cuadro que presenté en el primer capítulo de la investigación relativo a la lógica de los códigos sociales de buenas maneras (Nota: En el caso de la celdilla referida al cómo únicamente apunto algunas de las recomendaciones principales relativas al comportamiento y la emocionalidad. Al tratarse de un cuadro de síntesis resulta evidente que no pueden reproducirse aquí todos los ejemplos que nutren los capítulos anteriores):
Cuadro 1. El ámbito del heterocontrol.
Heterocontrol
Cortesía Bajomedieval | Cortesía Moderna | Prudencia | |
¿Qué hacer? |
Regular conducta y emocionalidad con arreglo a sus principios: - Cultivo de bondades (hospitalidad, piedad, dulzura, mesura...) |
Regular conducta y emocionalidad con arreglo a sus principios: - Expresividad moral de las buenas maneras. |
Regular conducta y emocionalidad con arreglo a sus principios: - Observación de los caracteres propios y ajenos. |
¿Por qué? |
Argumento social: Tratamiento y comportamiento según la condición social: - Reivindicación y despliegue del honor. |
Argumento social: Tratamiento y comportamiento según la condición social: - Reivindicación y despliegue del honor. |
Argumento social: Tratamiento y comportamiento según la condición social + el prójimo como fuente de inquietud y temor. - Primitiva interiorización de coacciones. |
¿Còmo? |
Mesa: Cuerpo: |
Mesa: Separación física. Limpieza con servilletas. Restricción pública del mondadientes. Dominio de la mirada, la risa y la palabra (condena de la mentira y el fingimiento). Relajación de las maneras como síntoma de confraternización con el inferior en rango. |
Mesa: Relaciones interpersonales: |
- K. A modo de conclusión. Del heterecontrol al autocontrol. I.
- K. A modo de conclusión. Del heterecontrol al autocontrol. II.
- K. A modo de conclusión. Del heterecontrol al autocontrol. III.
- K. A modo de conclusión. Del heterecontrol al autocontrol. IV.
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