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J. EL CÓDIGO DE LA CIVILIZACIÓN REFLEXIVA: Autoavuda y cuidado del Yo. X.

Autoayuda y cuidado del yo. La civilizaciópn del conocimiento.

La civilización del comportamiento. Urbanidad y buenas maneras en España desde la Baja Edad Media hasta nuestros días
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A partir de la opcionalidad, el código de la civilización reflexiva preconiza la exploración de lo desconocido y la ruptura de los convencionalismos. En ambos casos, quien es responsable puede adentrarse, asumiendo riesgos, en terrenos nunca antes transitados, bien para tener conciencia de lo que no conoce, bien para cuestionar o subvertir aquello que tradición, cultura y sociedad han fijado como lo común, lo habitual o lo normal. Explorar lo desconocido ejercitando la responsabilidad y haciendo efectiva la opcionalidad contribuye a dejar de lado el aburrimiento y la rutina; elementos psicológicamente nocivos que en palabras de Dyer conforman "zonas erróneas" de nuestra personalidad: "No sufrirás ese mitológico colapso nervioso si le agregas a tu vida el condimento de la incertidumbre" (Dyer, 1978:164) Esto se conecta a su vez con la espontaneidad -capacidad para ensayar o probar cosas nuevas- y la ausencia de prejuicios -el prejuicio empuja siempre a quedarse del lado de lo conocido. Se incrementa así la seguridad en uno mismo más allá de la seguridad que pueda proporcionar el entorno u otras personas (Dyer, 1978:171). Cuando la seguridad en uno mismo es plena, el fracaso se disuelve como amenaza -simplemente no existe dice Dyer (1978:172) - ya que ahora no se trata de acometer actividades nuevas para realizarlas de la mejor manera posible sino simplemente de realizarlas:

"No dejes que el perfeccionismo te deje a un lado evitando tomar parte en actividades que te pueden resultar placenteras. Trata de cambiar "haz lo mejor que puedas" por simplemente "hazlo"" (Dyer, 1978:174).

Romper con los convencionalismos se identifica con el libre ejercicio de la responsabilidad y la opcionalidad. Desde el mismo momento en que se afirma "no hay nada absoluto" (Dyer, 1978:189), los convencionalismos no tienen razón de ser como guías ciegas de actuación para las personas. Ello comportaría la anulación de la responsabilidad y la opcionalidad. Con la ruptura de los convencionalismos, lo que se pretende es que la persona traslade su conducta y emocionalidad desde un "locus de control externo" a un "locus de control interno" (Dyer, 1978:190-191). Cuando la conducta y la emocionalidad de una persona se anclan en un "locus de control externo", se tiende a adjudicar a los otros o al entorno la responsabilidad por el propio estado emocional o modo de conducta. Dicho locus de control externo se materializa en frases como "nadie me quiere", "no tengo suerte", "me trató mal" o "no me atendió bien" (Dyer, 1978:191). Si conducta y emocionalidad se adscriben a un locus de control interno es cuando la responsabilidad por el estado emocional o el comportamiento de una persona recae sobre sí misma (Dyer, 1978:191) (Nota: Señala el propio autor que éste es el tipo de locus menos común en nuestra cultura y sociedad: estima que en torno al 75% de las personas pertenecen al locus de control externo. Cfr. Dyer (1978:190)). Desde la óptica de la civilización reflexiva, únicamente aquí se estaría hablando de auténtica responsabilidad.

¿Qué procedimientos prácticos se recomiendan al respecto de la exploración de los desconocido y la ruptura de los convencionalismos? El lector habría de a) hacer esfuerzos por probar nuevas comidas, vestir ropa diferente, leer periódicos o revistas distintas de las que habitualmente lee, ver otras películas, conocer nuevas personas... b) contactar con personas que tengan puntos de vista alternativos a los suyos, incluso con aquellos que pudieran ser tildados de desviados o marginales (homosexuales, lesbianas, bohemios, izquierdistas.), c) cambiar de credo personal y sustituir el aserto "haz todo lo mejor posible" por "selecciona las cosas que más te importan en la vida, haz un esfuerzo grande en ese sentido y el resto de las cosas, hazlas simplemente", d) experimentar sensaciones novedosas e intrascendentes como andar descalzo por un parque o desnudarse en el mar y e) fantasear por momentos con que le estuviese permitido hacer todo lo que desease (Dyer, 1978:182-185).

Hasta aquí he expuesto los que entiendo puntos clave del código de la civilización reflexiva. Éste tiene como objetivo la consecución de la felicidad concebida como mixtura de éxito y bienestar para lo cual habrá la persona de autorregularse emocionalmente. Dicha autorregulación emocional parte de un autoescrutinio reflexivo y se desarrolla gracias a una toma de responsabilidad de la persona sobre sí misma y al libre ejercicio de la opcionalidad. Una vex examinados los contenidos del código, es momento de pasar al análisis de sus porqués; los argumentos que justifican y legitiman las recomendaciones que el código de la civilización reflexiva propone a través de la literatura de autoayuda.

5. Los argumentos de la civilización reflexiva.

El código de la civilización reflexiva se apoya en argumentos psicológicos a la hora de proponer modelos de conducta y emocionalidad. La justificación de consejos, recomendaciones, sugerencias y procedimientos es fundamentalmente psicológica: la persona moldea su psique para moldear su vida. Este modelar siempre atañe a la subjetividad que convenientemente dispuesta se traducirá en el tipo de conducta deseada. La subjetividad se moldea con arreglo a una serie de recomendaciones que apelan, como ya he mostrado, a un concepto de responsabilidad cuyo trasfondo es netamente psicológico. Esta responsabilidad, precedida siempre de un autoescrutinio reflexivo, se conforma a partir del "hacerse cargo de uno mismo", "amarse a sí mismo" y el "respeto a sí mismo". El fin del código es la consecución de la felicidad mediante una reformulación de la propia subjetividad, que se erige en patrón-guía de la conducta. El moldeamiento de la subjetividad emprendido en pro de la felicidad remite siempre a la elección personal que de emociones y conductas establezca el individuo para sí, pudiendo ser o no coincidentes con las de los otros individuos. Lo fundamental es que lo establecido por cada individuo para sí resulte provechoso sin que ello implique que haya de ser 'exportable' a otras personas.

Los argumentos que ofrece dicho código son de naturaleza psicológica y pueden inscribirse en una lógica expresiva o utilitaria. Desde una lógica expresiva, los argumentos ofrecidos apuntan al hecho de que cada persona posee un núcleo de emociones e intuiciones que es preciso desarrollar para que se alcance cierta plenitud personal. Desde una lógica utilitaria, los argumentos que se ofrecen se refieren a la necesidad de que cada persona satisfaga sus propios intereses en relación con los objetivos que se proponga (Nota: Establezco esta doble distinción a partir de los conceptos "individualismo expresivo" e "individualismo utilitario" contenidos en Bellah (1989:394-5; 54-58)). Pese a que aquí distingo cada una de estas lógicas por separado, lo cierto es que parecen no ser lógicas incompatibles en la literatura de autoayuda. Esto es, en una misma publicación pueden figurar argumentos psicológicos adscritos a cada una de estas lógicas.

Desde una lógica expresiva, la mayor parte de los argumentos aparecen relacionados con la idea de crecimiento. Aunque con distintas variantes, el crecimiento alude al despliegue de todas las potencialidades emocionales que atesora en sí la persona. Este despliegue que ha de hacerse de forma autorregulada ha de conducir a una vida plena y satisfactoria para la persona. El crecimiento tiene relación con ese núcleo emocional que tiene en sí cada uno, que debe ser conocido y gestionado. Dada la existencia de esa suerte de núcleo duro, la persona ha de percibirlo como un elemento valioso e imprescindible en el desarrollo de una vida autorrealizadora. Crecer es, pues, desplegar reguladamente el potencial emocional otorgándole cada persona a dicho potencial el máximo valor. En esta lógica expresiva encajan la inteligencia emocional y el amor a sí mismo, el respeto a sí mismo y el hacerse cargo de uno mismo; siempre relacionados con ese potencial de emociones que desplegadas y controladas constituyen el fundamento de la autorrealización personal (Nota: Véase la idea de crecimiento en Dyer (1978:45-47) o la idea de camino que se recorre descubriendo las propias condiciones en Bucay (2002:63)).

Desde una lógica utilitaria, la mayor parte de los argumentos se despliegan en el momento de la toma de decisiones; es decir, en el ámbito de la opcionalidad. A la hora de emprender nuevas actividades o iniciarse en nuevas tareas se recomendaba al lector que se decantase siempre por aquello que le agradase o bien que satisficiera intereses que había desatendido. Pero más allá de eso, lo que se pretende no es ofrecer un modelo cerrado de gestión de la emocionalidad y el comportamiento sino una serie de propuestas ante las cuales, ejercitando la responsabilidad y optando, la persona debe formularse el siguiente interrogante: lo que se me está proponiendo, ¿funciona o no para mí?. Y en cierta medida, la contestación de esa pregunta pasa por una valoración de las ventajas e inconvenientes que reportan a cada persona, ventajas e inconvenientes de índole emocional sopesados por cada individuo. Así, en Tus Zonas Erróneas de Wayne W. Dyer, este tipo de interrogante aparece explícitamente formulado desde el comienzo de la obra. La clave para eliminar una "zona errónea" es precisamente efectuar dicha valoración; preguntarse "qué saco yo con este comportamiento" (Dyer, 1978:15) y establecer así la pertinencia o no de eliminarlo (Nota: Bellah y sus colaboradores llevan hasta las últimas consecuencias sus críticas a esta argumentación de corte utilitarista, señalando que termina por derivar en una visión economicista de la vida, entendida ésta en términos de coste y beneficio. Desde el momento en que la persona se autoexamina y es consciente de sus sentimientos está en condiciones de definir sus propios valores personales. Una vez sucede esto, se prioriza entre valores y se desarrolla una estrategia para satisfacer la prioridad: "En definitiva, esto se parece mucho al procedimiento de toma de decisiones según el libro de texto de una escuela de ciencias empresariales". Bellah (1989:172). Al respecto de la crítica a la deriva economicista de la argumentación utilitaria, véase Bellah (1989:170-174)).

 

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