La buena educación epistolar.
La más exacta observancia de las reglas de la lengua, es de vigor; una falta de ortografía, o un giro incorrecto, no pueden pasar aún en la carta de menos pretensiones.
Después de las comunicaciones sociales por medio de las visitas y de la conversación, vienen las comunicaciones por medio de cartas y billetes. No es solamente la ausencia, sino la multiplicidad de negocios y el gran número de relaciones, lo que contribuye a dar una gran extensión a esta parte de las relaciones sociales.
Nuestros lectores son demasiado juiciosos para creer que nos disponemos a darles lecciones de estilo; a enseñarles como se deben escribir las cartas de amistad, de felicitaciones, de pésames, de moral, de excusa, de recomendación, de invitación, de queja, etc. La sola enumeración de sus diversas clases, basta a demostrar la imposibilidad de semejante objeto. Algunas reflexiones generales sobre las conveniencias epistolares, detalles escrupulosos sobre la forma y ceremonial de las cartas, tal será la materia de este importante artículo.
Las conveniencias epistolares.
Si en la conversación debe procurarse la propiedad de los términos, la buena y agradable elección de las palabras, con tanta más razón se debe procurar adquirir un estilo claro, preciso, elegante , y apropiado a toda clase de asuntos. La vivacidad del discurso obliga muchas veces a sacrificar expresiones felices, pero lentas a la necesidad de evitar la vacilación a la duda, pero este obstáculo de la palabra no afecta en manera alguna a la escritura, y así es fuerza evitar las repeticiones, los borrones, las citas o referencias, las palabras caídas en desuso, toda confusión de ideas igualmente que toda construcción penosa. Si se escribe familiarmente a un amigo, o a un igual, pueden aún permitirse estos defectos, más en el caso contrario es preciso volver a escribir de nuevo la carta.
La más exacta observancia de las reglas de la lengua, es de vigor; una falta de ortografía, o un giro incorrecto, no pueden pasar aún en la carta de menos pretensiones, aún en el billete más frívolo. No está admitida la corrección pues fuera de que ensuciaría la carta, revelaría la ignorancia y la desatención del que la escribe. Por todas estas razones es bueno comenzar por hacer un borrador, cuando se tiene aún poco hábito de escribir. Algunas personas censuran esta precaución porque dicen que comunica al estilo cierto aire de afectación y de inflexibilidad, y seguramente que no les falta del todo fundamento para este cargo, pero la pérdida del tiempo que lleva consigo esta medida es un inconveniente más real y positivo, y por este motivo, y por el embarazo en que se puede uno encontrar, es conveniente habituarse a escribir desde luego con propiedad, elegancia y corrección.
La elección de los materiales, sin ser muy esencial, es no obstante necesario, pues escribir con un papel basto, no es permitido ya hoy sino a las gentes de clase baja y adoptar papel dorado y perfumado para cartas de negocios, sería un ridiculo contrasentido. La elección del papel debe estar en relación con las personas, su edad, sexo, y condición; y los papeles de adornos con viñetas de color y delicados matices, corresponden únicamente a las jóvenes cuya posición supone hábitos de lujo y de elegancia. A pesar de todo, las personas distinguidas prefieren en este particular la elegante sencillez que el papel recargado de adornos. El papel inglés, es el generalmente adoptado.
Cuando una familia está de luto, se emplea papel y sobres con un ribete u orla negra.
Es en extremo impolítico escribir una carta sobre una simple hoja de papel, lo mismo también cuando se trata de un billete, es preciso que la hoja sea doble aún cuando no se escriban sino dos o tres líneas. Es aún más grosero servirse para sobre de un papel en el cual se encuentren algunas palabras extrañas a la carta bien sean escritas, o impresas.
La urbanidad debe también determinar los gastos del porte, y ella exige que se franquee la carta cuando se escribe a personas distinguidas, o de quien se reclaman servicios. Es también indispensable contestar oportunamente a las cartas que se nos dirigen y la pereza y descuido que se permiten en este particular algunas personas es una verdadera incivilidad. Cuando las personas a que nos referimos se deciden a contestar, principian por un género de excusas tan constantemente renovado que se convierten en lugares comunes. Es necesaria mucha destreza y precaución para que estas excusas no sean la cosa más ridícula, y es necesario apelar a la concisión y a giros nuevos para salvar la dificultad. La misma observación se dirige a las quejas que por escrito se dan acerca de semejantes faltas.
Las cartas reemplazan las visitas, como ya hemos visto, y veremos al hablar de los presentes o regalos, matrimonios, entierros, ceremonias, etc. y dejar de escribir en semejante caso es una falta grave de atención.
No se puede escribir a dos personas en la misma carta sino cuando media una gran intimidad.
El estilo de los hombres cuando escriben a las señoras debe tener siempre cierto barniz de respeto y consideración de que ellas están dispensadas cuando escriben a los primeros. A menos de tratarse con grande ceremonia o etiqueta una señora no puede decir a un caballero en una carta: "Tengo el honor de ser, etc.", en tanto que él por su parte debe emplear las más respetuosas fórmulas, tales como estas: "Dignaos señora permitirme", o "permitid que tenga el honor de presentaros mis respetuosos homenajes."
Servíos del estilo elevado para con las personas a quienes debéis respeto; del estilo fácil y aún burlón para con vuestros amigos, y del estilo agradable para con las señoras en general. No os permitáis el chancearos con las personas de un rango superior. Algunas veces sucede que un hombre de alta posición distingue con su amistad a una persona de inferior condición social, y admite gustoso que éste le escriba sin ceremonia. En este caso es lícito usar del privilegio, pero es preciso guardarse de abusar y hacerle conocer de tiempo en tiempo que estáis siempre prontos a entrar en los límites del respeto.
Cuando escribáis sobre un asunto dado procurad abarcarle en sus diferentes aspectos y ordenadamente exponer cuanto a él se refiera. Si tenéis que tratar diversas materias en una sola carta, debéis principiar por las más importantes, y a cada nuevo punto que se trate es conveniente principiar renglón.
Por regla general, todo lo que se reputa por una falta en el lenguage hablado, lo es igualmente en el lenguaje escrito, y el buen sentido de nuestros lectores podrá deducir de aquí muchas consecuencias cuya enumeración sería a más de ofensiva a su buen criterio por demás molesta y prolija.
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