
Modo de comportarse al andar por las calles y en los viajes en carroza y a caballo
No es conveniente pararse en las calles, incluso para hablar con alguien, a menos que sea necesario, y aun deberá ser por poco tiempo
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Cómo se debe actuar en los viajes en carruajes o montando a caballo
Cuando vamos a caballo o en un carruaje debemos prestar atención, cuando se anda por las calles, a no ir demasiado lentos, ni demasiado deprisa. Ir muy lentos es señal de pesadez o de negligencia; aunque más descortés es andar demasiado deprisa, lo cual es mucho más contrario a la modestia.
No es conveniente pararse en las calles, incluso para hablar con alguien, a menos que sea necesario, y aun deberá ser por poco tiempo.
Cuando se va de viaje con una persona a la que se debe respeto, es cortés acomodarse a todo, encontrarlo todo bueno, no molestarse por nada, no hacerse esperar, estar siempre dispuesto a prestar servicio a todos los demás: los hay que en los viajes no tienen nunca una habitación buena, nunca buenas camas, y que, no encontrando nada bueno ni bien hecho, se hacen siempre muy molestos a los demás.
Si sucede en los viajes que esté uno obligado a acostarse en el cuarto de una persona a la cual se debe tener respeto, es educado dejarla desvestirse y acostarse la primera, y a continuación desvestirse aparte, junto a la cama en que debe uno acostarse; luego acostarse suavemente y no hacer ruido alguno durante la noche.
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La cortesía pide también, que así como se ha acostado uno el último, se levante el primero; pues no es decente que una persona a la que debemos honrar, nos vea desvestidos, ni tirado ninguno de nuestros vestidos.
Causa muy poca gracia, cuando se ha llegado al lugar en donde se debe alojar, correr a las habitaciones y a las camas para escoger las mejores; sería descortés incluso en una persona que estuviese muy por encima de las otras, acaparar para sí todo lo que hay de bueno y cómodo en un mal alojamiento, sin preocuparse de si los demás tienen la mínima comodidad.
Cuando se sube a una carroza hay que tomar siempre la plaza inferior, si se es de rango inferior a aquellos con los que se entra en ella.
En una carroza hay ordinariamente dos plazas detrás y dos plazas delante; la primera plaza de atrás está a la derecha, la segunda a la izquierda; y caso de que haya tres, la tercera está en medio; si hay dos portezuelas, la primera está a la derecha y la segunda a la izquierda, y las plazas que están del lado del fondo son las principales.
Si se va en carroza con una persona de calidad superior, o a la que se debe honrar, el respeto que se le debe exige dejarla entrar la primera, y entrar uno el último; sin embargo, cuando esta persona ordena subir a la carroza antes que ella, aunque no se deba hacer más que muy forzado a ello, se debe, con todo, ceder, después de haber mostrado con un signo de cortesía que se violenta uno, y luego sentarse en la última plaza, y no tomar otra más elevada que no sea forzado.
Se puede y se debe poner uno en el fondo de la carroza, si la persona de rango con la que se está lo ordena, y ponerse junto a ella si lo desea; pues no está permitido hacerlo sin una orden expresa; tampoco es cortés ponerse en la parte delantera, cara a cara delante de ella; antes debe uno apartarse a su izquierda, de modo, sin embargo, que esté vuelto de su lado, y no cubrirse hasta que ella lo haya indicado.
Cuando se está en la carroza, es muy descortés mirar de frente a quienquiera que sea de los que están allí, apoyarse contra el respaldo y acodarse en cualquier parte que sea: se debe tener el cuerpo derecho y recogido, y los pies lo más juntos posible; no cruzar las piernas y no ponerlas demasiado cerca de las de los demás, a menos que se esté demasiado apretado y que no se pueda hacer de otro modo.
También es grosero y enteramente contrario a la cortesía, escupir dentro de la carroza, y si está uno obligado a hacerlo, deberá ser en el propio pañuelo; si se escupe por una portezuela, lo que no es nada decente, a menos que se esté sentado, se debe entonces poner una mano en la mejilla para cubrirla.
Cuando se baja de la carroza, es cortés salir el primero sin esperar a que se lo digan, afín de dar la mano a la persona importante cuando salga, sea hombre o mujer, para ayudarla a bajar; se debe también salir siempre por la portezuela más próxima; si no hay inconveniente, e incluso si no hay nadie para abrir la portezuela, es a propósito apresurarse a hacerlo. Cuando una persona importante, al descender de su carroza, ordena permanecer en ella para esperarla allí, es cortés bajar al mismo tiempo que ella, tanto por respeto como para ayudarla, y volver a subir luego; se debe bajar también cuando ella quiere volver a subir, y no entrar de nuevo sino después de ella.
Cuando en carroza llega uno a cierto lugar por el que pasa el Santísimo Sacramento, hay que bajar de la carroza y arrodillarse. Si se trata de una procesión, de un entierro o bien del rey, la reina o los príncipes más próximos de la dinastía, o personas de carácter o dignidad eminente, es obligado y respetuoso mandar detener la carroza, hasta que hayan pasado; los hombres deben descubrirse, y las señoras alzar el velo.
No es cortés montar en carroza o a caballo delante de una persona a la que se debe consideración; si no se puede conseguir razonablemente que se retire antes de que se monte, es fino hacer avanzar la carroza o el caballo, hasta que ya no se la vea más, y montar luego.
Cuando se monta a caballo con una persona que se debe honrar, es cortés dejarla montar la primera, ayudarla a montar y tenerle el estribo; se debe también, como a pie, cederle el primer puesto e ir un poco atrás, regulándose según la marcha a la que ella va; si, sin embargo, se estuviese del lado del viento y que se echase polvo sobre esta persona, habría que cambiar el lugar.
Si hay que atravesar un río, un vado o un lodazal, el orden y la razón piden pasar el primero; y si se está detrás y se debe pasar después de la persona a la que se debe respeto, se debe alejar suficientemente de ella, a fin de que el caballo no eche sobre ella ni agua ni barro. Si esta persona galopa, se debe procurar no ir más aprisa que ella, y no querer hacer aparecer las buenas cualidades de su caballo, a menos que esta persona lo mande expresamente.
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