Estoy de acuerdo, sobre todo si el vino es bueno. Pienso que es un halago para el anfitrion que sus invitados disfruten del vino, y yo no dejaría nada.

Si el vino es un cabernet-sauvignon es mejor beberselo todo, la copa propia y la de los vecinos de mesa en un momento de descuido. En caso de ser sorprendido in fraganti deberemos mirar las lámparas silvando y poner cara de póker (siempre funciona). Si el vino es un simple cosecha disponemos de tres opciones según nuestra distancia del anfitrión: a) si estamos lejos lo más conveniente es exclamar "¡Qué clase de vino es este! ¡Si lo sé no vengo!" a ser en un momento de silencio; b) si tenemos al anfitrión enfrente le tiraremos el vino a la cara bajo el grito de "¡tacaño!"; c) si está sentado a nuestro lado le verteremos la copa por la cabeza y gritaremos "¿para esto me has hecho venir?". Nos levantaremos airados y abandonaremos la estancia con paso firme y daremos un portazo si fuera o fuese posible.

jajajaja Bravo, Rocinante, tienes chispa narrativa.

No hay mayor halago para un anfitrión que ver cómo sus comensales disfrutan del vino y de la comida.
Es una gran cursilería pensar que "la gente fina" siempre deja algo de comida en el plato, o algo de vino en la copa. Porque, al contrario, es de mal gusto.

Saludos
Luis